Entradas

Mostrando entradas de junio, 2020

Roma y Julio Civilis

¿Qué sabes de Julio Civilis? Julio Civilis era un ecuestre descendiente de la élite batava de la zona actual de los Países Bajos. Se trataba de una de las tribus más célebres porque daba un contingente considerable de tropas de caballería al Imperio romano. En el año de la caída de Nerón y los disturbios que siguieron a su muerte con el año de los cuatro emperadores (Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano) empieza el ascenso de este personaje. El fatídico año 69. Aprovechando el caos y con el pretexto de apoyar a Vespasiano frente a Vitelio, atacó la guarnición del Rin, la gran base de Treveris derrotando a dos legiones al mando de Mumio Luperco, consiguiendo la deserción a su bando de varias unidades auxiliares y una flotilla de veinticuatro naves. También una parte del contingente que envió Vespasiano para aliviar el cerco se le unió a Civilis. Una hecatombe en un momento muy delicado. Con estas victorias y Roma en plena guerra civil, la Galia se rebelaría una vez más matando sus propias

Sevilla 1649 (X)

Imagen
El afortunado Nunca, ni en sus peores pesadillas, hubiera podido imaginar un espectáculo tan dantesco como el de aquellos días. Duccio Spini era un médico nacido, criado y educado en Florencia. Había llegado a Sevilla más de tres décadas atrás con una única intención: estar en la Puerta de Indias para tratar a gente rica y vivir con comodidad sus días. Casi lo había conseguido. Los primeros años se fue haciendo un nombre tratando pequeños males y humores, principalmente, a mujeres de alcurnia. Gracias a ello, se ganó cierta reputación casándose con una hermosa joven cordobesa de familia burguesa y comprando una buena casa en la calle Aire. La vida era sencilla y vivía sin preocupaciones. Sin embargo, poco a poco empezó a decaer la urbe, y con ella, su patrimonio y clientela, que buscaba a otros médicos más en boga. Se vio forzado a trabajar en el Hospital de la Sangre, con muchos enfermos y gentes de todo pelaje. Odiaba el trabajo, pero asumió su «cruel» destino. Esa compasión h

Sevilla 1649 (IX)

Oportunidades Entre toda aquella inmundicia algo bueno había salido. Su padre siempre le había dicho que debía buscar el mejor rédito en las peores circunstancias. Y aquellas eran las peores que nadie recordaba. Ágata de Ballesteros era la hija de un reputado platero, viviendo con una posición relativamente acomodada. Desde ella y con una educación notable, dejó que se llenara de una inquietud casi patológica. Cuando llegó a edad casadera, tomó por esposo a un apuesto fabricante de paños llamado Jaime y que estaba afincado en su mismo barrio de la capital hispalense. Había sido una elección propia y aprobada por todos, ya que el joven era bien parecido, con una herencia nada despreciable y poco interés por el trabajo. Así pues, Don Jaime era la cara visible del negocio, cerrando acuerdos con vino y comilonas, o dando paseos para relacionarse con gentes de bien. Doña Ágata era el celebro pensante y quien dirigía la empresa desde dentro. Las personas que trabajaban para ellos lo sab

Roma y Boudicca

¿Qué sabes de la rebelión de Boudicca, la más importante llevada a cabo en Britania? Boudicca era reina de los icenos, una tribu que se situaba al Este de la actual Inglaterra. Esta tribu tuvo una relación de vasallaje con Roma desde que obtuvieron sus primeras victorias tras la invasión en el 43 d. C por orden del César Claudio. Sabían que no podían vencer a un enemigo tan bien pertrechado, decidido y disciplinado. Fue una jugada inteligente en un inicio, ya que tuvieron cierta autonomía a cambio de un canon. Con el gobernador Scapula, que sucedió a Aulo Placio, la tensión creció al obligarles a dejar las armas para evitar rebeliones. Aunque dicha tensión, acabó pronto ante los castigos ejemplares, la rápida actuación de los romanos y a que progresivamente, vieron que era poco necesario portar armas ante la relativa paz que se vivía bajo el Imperio. Aunque la medida no se terminaría de acatar totalmente hasta mucho después.  Cuando Boudicca accedió al trono (60 - 61 d. C), ya

Sevilla 1649 (VIII)

Fosa común Ya se contaban por miles los muertos diarios. Al menos eso se decía en las calles de Sevilla. Quizás fuera el carácter exagerado de sus gentes, pero sin duda alguna morían muchísimos. Intramuros no quedaba ni un palmo de tierra donde poder enterrar a aquellos que habían sucumbido a la enfermedad o hubieran fallecido por otros motivos. La Santa Iglesia Catedral, el Salvador, Santa Catalina, Santa Marina, San Marcos, San Miguel, Santa Ana, San Bartolomé, San Gil… en todas las collaciones de la ciudad amanecía con decenas, centenares de muertos en sus puertas. Familiares que los dejaban para que los enterrasen. Incluso había carretones que recogían a los muertos en medio de las calles. Por eso, empezaron los enterramientos en el exterior. Y las fosas comunes. Rui, el aguador mulato, enterado del salario que pagaban a los enterradores, se unió a ellos. Vivía casi en la indigencia así que se decía que no tenía nada que perder. La Fortuna le había sido esquiva toda su vida.

Sevilla 1649 (VII)

Imagen
El humilladero De nada había servido aislar el barrio de Triana, ni los controles en las puertas de Sevilla, ni ninguna de las medidas del gobierno de la ciudad. Parecía que la tormenta perfecta había llegado y Sancho Ortega, miembro de la Santa Hermandad estaba aterrorizado. El número de fallecidos no dejaba de subir. Su hermano Alfonso había sucumbido rápidamente a la pestilencia, dejando a mujer y tres hijos de los que tendría que hacerse cargo. Se lo debía. Había sido quien le había conseguido el trabajo, aunque no era tampoco su sueño. Pero había aceptado la vida como le venía, como el matrimonio con una mujer que no amaba que también su hermano le había concertado. Se había demorado por la situación, pero llegaría tarde o temprano. También había perdido a cuatro compañeros, dos amigos de la infancia y tenía a un sobrino enfermo. Tanto dolor lo había dejado destrozado física y anímicamente. El control en las calles se había hecho peligroso, tedioso y la visión de montañas de ca

Legionarios después del servicio obligado

¿Sabías que era de los ciudadanos romanos después de servir en las Águilas? Durante el Alto Imperio Romano, si tenías la suerte de no sucumbir a las enfermedades, a la climatología, las guerras de conquista o defensivas, los levantamientos en las provincias o las eventuales guerras civiles, muchos legionarios podían reengancharse después de un servicio de 20 ó 25 años (dependiendo del emperador que esté en el mandato). Si lo hacían, se convertían en Evocatii (o inmunes), lo que significaba mayor paga y no realizar las tareas más infames como la limpieza de letrinas, por ejemplo. También podían conseguir ascensos a los rangos del selecto club de los principalis (librarius, tesserarius, signifer, optio o centurión). Es más, si se había licenciado con éste último cargo, podía ascender aún más y hacer carrera política, aunque eran casos de extremo valor y excepcionalidad. Hay estelas funerarias que ratifican carreras de centuriones con decenas de años y de reenganches.  En el caso de que a

Sevilla 1649 (VI)

El pecado de Edith El esperado caos llegó indefectiblemente. Sevilla se convirtió en un inmenso y lastimoso hospital. Y no había lugar más lastimoso donde ir que el Hospital de las Cinco Llagas [1] , quizás el más grande del mundo en ese momento. El lugar estaba copado desde casi el principio, montándose un hospicio improvisado frente al mismo. Los enfermos en la explanada sufrían, gritaban, lloraban, rogaban y confesaban sus más abyectos pecados viendo próxima su muerte. Cientos, quizás miles de despojos humanos se sumían en una agonía que carcomía el corazón hasta del más impávido. Se quedaba una marca perpetua para el resto de su existencia con la sola visión de tan macabro espectáculo. Para casi todos. Sor Matilde era una monja Trinitaria del cercano Convento de Santa Justa y Rufina que iba a diario a ayudar. O al menos eso hacían muchas de sus hermanas: confortar, consolar, rezar e incluso hacer de enfermeras vocacionales. Un doloroso acto de compasión y de riesgo, estando ex

Sevilla 1649 (V)

Imagen
Cortejo fúnebre Perico era un modesto carpintero de Sevilla de la collación de San Isidoro que había heredado el negocio de su padre. Siempre recordaría la peste de 1649 por tres motivos, aparte de la pérdida de amigos y familiares. El primero porque trabajó muchísimo por las necesidades, de aquellos tiempos, de maderas para ataúdes, barreras y estacas. La segunda razón por lo que recordaría aquella época fue por pasar la enfermedad y sobrevivir a ella, milagrosamente, después de muchas vicisitudes. El tercer motivo fue que vivió una de las situaciones más extrañas de toda su vida. En esos días, el pobre Perico trabajaba de sol a sol para complacer a sus clientes, consciente de la precariedad de la situación y de la necesidad de dineros para el futuro incierto de su familia. Después de diez días sin descanso, adelantó lo suficiente los pedidos como para cerrar un poco antes e ir a una taberna. No sabría cuando tendría de nuevo la oportunidad. Y se le fue la mano mucho, saliendo da

Egipto romano

Egipto romano Mucha gente conoce los amoríos Cleopatra VII con César y luego con Marco Antonio. Por entonces era un reino clientelar o vasallo de Roma, con una flota con cierto poderío, pero un ejército en declive. Tras ser derrotados en Actium y el suicidio de la pareja de forma tan melodramática, Octavio Augusto, pasó a ser el dueño de Egipto. Esto es, propiedad privada del Princeps durante la dinastía Julio-Claudia, luego una provincia especial. Tanto era así, que los senadores necesitaban permiso especial para viajar a ella, al tratarse de patrimonio personal del Emperador, aunque sólo bajo papel (para evitar conspiraciones, relaciones clientelares fuera de su autoridad o abusos de poder). Dicha provincia, tenía un Praefectus de rango ecuestre, designado directamente por el César y con un rango especial con respecto al resto de provincias imperiales. Todo un honor a quien se le concedía, así como el Praefectus Classis (el prefecto de la flota, otro rango muy destacado). ¿Qué tenía

Sevilla 1649 (IV)

El arenal Su Excelencia temía la carestía, ya acuciada por las lluvias, los primeros casos de peste en Sevilla y las malas cosechas que habían subido los precios de los elementos básicos y provocado la especulación. Por ello, su fiel Nuño estaba en el arenal para proveerse de todo lo necesario antes de que la situación se agravase más de lo que ya empezaba a estar. Nuño se sentía orgulloso de los orígenes de su familia, cuarta generación que servía a la casa, siendo seña indeleble de su pasado, presente y futuro. No sólo esto, había adelantado a su hermano mayor en importancia. Había un vínculo extremo donde se compartía tanto en los momentos de fortuna, como si llegaban los más sombríos. La moralidad para Nuño empezaba y acababa con su protector. Como su mayordomo, era la persona de mayor confianza de su señor. Había sido formado a conciencia en letras y números. Una educación orientada a elaborar talentos sociales y mercantiles. Por eso, había reunido un grupo armado de escolt

Sevilla 1649 (III)

Imagen
Cordón sanitario Llegaban rumores de que la pestilencia llegaría a la ciudad pronto y arrasaría con todos, pero Munia hacía caso omiso. Se decía de un tiempo atrás, que estaba llegando a todo el Mediterráneo y que los muertos se contaban por cientos de miles. Con las riadas, las malas cosechas y la subida del pan ya tenían suficiente para preocuparse por otra pestilencia. Había problemas más acuciantes que los rumores de un mal que aparecía ocasionalmente por allí y por aquí. Ella se mostraba escéptica. Ya había llegado con anterioridad a Sevilla y, si bien moría gente, nunca había sido tan grave como algunos decían. Exagerados e histéricos. Ella y los suyos estaban sanos y no se verían afectados. Los débiles y los pobres serían los que caerían, y ellos ya no lo eran. Había conocido el infierno en la tierra, en su opinión, y no sería algo tan nimio lo que se la llevaría por delante. Había sobrevivido a todos los males derivados de estar en el prostíbulo de la ciudad por años, esqu

Presencia de Roma en África

¿Qué sabes sobre las legiones en África? Mucha gente conoce las guerras púnicas y la caída de Cartago pero... ¿Y luego? Es verdad que hubo enemigos famosos de Roma como Yugurta (que catapultó a la fama al gran Mario) y Tacfarinas (Durante el gobierno de Tiberio), pero fueron dos momentos concretos de un territorio inmenso. De hecho, África es el continente más tranquilo del Imperio y en sus provincias se disfrutaba de gobiernos más estables. En época Alto Imperial sólo había la Legión III Augusta en Numidia (favorita de Adriano, que la llamaba «su» Legión) y cuerpos auxiliares (excepto en Egipto que había dos legiones, la III Cyrenaica y la XXII Deitoriana, provincia de la que hablaré otro día). ¿A qué se debe esto? Es simple, estas regiones intercalaban zonas desarrolladas para el comercio, la industria y la agricultura, impulsados por los fenicios y los cartagineses, donde la paz era conveniente para sus habitantes, con zonas ganaderas y con agricultura de subsistencia d