Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2020

Sevilla 1649 (II)

La cólera de Dios Todo el mundo agradecía el cese de las lluvias. Allá donde fuere, la gente se alegraba y bendecía que todo hubiese acabado. Sólo se lamentaban de las riadas y el fango que se metía por doquier. Sin embargo, el joven fray Teodoro sabía que había algo más. El diablo oculta sus intenciones de las formas más mezquinas. Y las lluvias habían dado paso a la humedad, el estancamiento de aguas y la insalubridad. Además, este año no había podido procesionar ni una sola de las cofradías previa a la Pascua de Resurrección. Un aviso. Pero no se trataba sólo de superchería religiosa. Fray Teodoro era una persona observadora y reflexiva. Sin embargo, en este caso, se trataba de una sensación. Una intuición. Algo que no le dejaba respirar, ni pensar, casi ni orar a Dios. Así que después de cumplir con sus obligaciones diarias, abandonó el convento de San Antonio Abad y paseó con dificultad por las calles de la ciudad para dejar que esa voz interior suya, le diese una orientación

Sevilla 1649 (I)

Imagen
Serenidad No recordaba la última vez que veía caer tanta agua durante tantos días seguidos. Quizás fuera cuando sirvió bajo las banderas del Rey en un lugar muy lejano de su Sevilla natal. Pero aquellos días habían quedado muy atrás. Bajo el dintel de la única ventana de la casucha que él mismo había construido con madera y barro, contemplaba desde la otra orilla de la ciudad, el aguacero. Ubicado en el improvisado, chabolista y poco salubre barrio de Portugalete [1] . El viejo Martín era un conocido del lugar por su discreción, su reputación y su aspecto. A sus raídas ropas, se le añadía unos pelos enmarañados, unas manos callosas, una obsesión con los baños casi diarios y siempre con una daga al cinto. Pero lo que más destacaba era la media docena de crucifijos colgados de su cuello. Todos distintos: madera barnizada, tosco cáñamo, hierro forjado, piedra labrada, conchas marinas y bronce bruñido. Siempre las llevaba por fuera de sus ropajes y se hablaba de que tenía una particu

Nacimiento en Roma

Imagen
Nacimiento en Roma Obviamente, el alumbramiento se llevaba a cabo en el hogar, por las mujeres de la casa (o vecinas si no las había o era un hogar pobre) y asistidas por una comadrona. La sociedad romana, como casi la totalidad de las sociedades antiguas, era Patriarcal y el reconocimiento del bebé se llevaba a cabo por su padre (o supuesto padre). Una vez nacido, se posaba al bebé a sus pies y si este lo recogía del suelo, era reconocido, colocándose la Bulla, o collar protector por las divinidades (el paso a la vida adulta es la retirada de dicho collar). Por el contrario, si no era tomado en brazos, era repudiado y no admitido dentro de la familia. Normalmente eran más excluidas las niñas y los que venían con algún defecto físico. Si venía con una minusvalía psicológica, se consideraba un loco y que tenía visiones de las divinidades, siendo una maldición matarlos o abandonarlos. También podía ocurrir en casos de extrema pobreza o exceso de hijos entre los pobres. Alguna vez se lleg

Sexto microrrelato de «Gladius et Peplum»

Objetivo marcado El muchacho sentía una impotencia que lo mantenía lleno de cólera. Había llegado unos días atrás a Herculano esperando lograr un pasaje que lo condujera a Dalmacia para enrolarse en alguna Legio de esa región por consejo de su propio padre. Sin embargo, la embarcación exigía un alto pago por el viaje, sin contar los imprevistos, y había perdido una parte en una mala apuesta en los dados. Una insensatez, ya que siempre había sido torpe en los juegos de azar. Así que no tuvo más remedio que participar en algo deshonroso: los combates clandestinos. No es que nadie supiera de su existencia, si no que no eran habituales y sólo los amantes de las apuestas y los más sádicos querían ver algo así. No había Honor como en las luchas gladiatorias: dos luchaban, uno vivía. Sin reglas, sin búsqueda de equilibrio entre las armas, sin respeto mutuo. Era para gente realmente desesperada y pocos deseaban participar porque realmente no suponía un beneficio tan generoso para arriesg

Tomar una fortaleza

Imagen
¿Cómo Roma tomaba una ciudad? Cuando las legiones de Roma llegaban a las puertas de tu ciudad, poco importaba si habías sido aliado en el pasado, te habías rebelado por un motivo legítimo o no tanto, o directamente estabas en el camino a la gloria del Imperio. El final casi siempre es el mismo: victoria romana. Los romanos eran auténticos expertos en la toma de bastiones fortificados, llevándolo al grado de excelencia. Indudablemente los mejores de la Antigüedad. Hoy describiremos las numerosas opciones para llegar al inevitable final. Rendición con condiciones Si veías a una o más legiones bien pertrechadas, la opción más sensata era enviar emisarios para evitar derramamientos de sangre. Pocas veces los romanos fallaron en tales menesteres, por muy inexpugnables que fuesen y el precio que costara. A veces la rudeza de la campaña, la gran cantidad de bastiones en el camino a la conquista u otros condicionantes requerían de diplomacia y se podían dar un caldo de cultivo favorable para l

Quinto microrrelato de «Gladius et Peplum»

Cálida despedida No había nada mejor que un cálido baño después de un azaroso día de trabajo, acompañado por un buen vino de falerno, una comida ligera y una hermosa mujer con la que yacer. Quizás no con su consentimiento, pero al ser una esclava de su propiedad, no podía negarse, ni tendría que pagar. La domus de Lucio Quinctilio estaba perfectamente acondicionada y tenía un sencillo balneum, una pequeña piscina donde relajarse y llevar a cabo sus muy esporádicas fantasías fetichistas. Cuando esto ocurría, tenía prohibida la entrada a los esclavos bajo ningún concepto. Pese a que había entrado plenamente el otoño, en las mañanas de Alexandria hacía un calor terrible y frío en las noches. La luz rojiza de la puesta de sol, entraba por los ventanales de la domus y sus pórticos. Mientras él accedía con regocijo a la piscina, Medea paseaba su belleza por las cortinas de fino lino intercaladas entre los arcos y que bamboleaban a la suave brisa del mar. Portaba una túnica tan livian

La mujer en Roma

Imagen
¿Sabías que... en la Antigua Roma la mujer solía recuperar la dote en el divorcio? La sociedad romana era eminentemente patriarcal donde el cabeza de familia (pater familias) controlaba todos los aspectos sociales de sus miembros, aunque solía ser común que la esposa controlarse el interior del hogar y la administración del mismo. En cualquier caso, la figura de la mujer se intentaba proteger (especialmente las viudas) por su indefensión legal. Por ello, en caso de divorcio, se le devolvía la dote inicial íntegramente, salvo ciertas excepciones como la infidelidad. En general, se solía aceptar de buen grado por ambas partes, ya que el divorcio era mucho más habitual entre las clases pudientes y dónde la dote era mayor. Cuando se producía, la mujer volvía de nuevo a la protección y tutelaje del padre o hermano. No obstante, había mujeres que conseguían su independencia total, normalmente por tres vías: sacerdocio, muerte del cónyuge sin miembro varón en la familia que la acoja (o demues

Cuarto microrrelato de «Gladius et Peplum»

Un ritual antiguo ¿Cómo había podido pasar? ¿Cómo todo lo que había construido con sus propias manos se había derrumbado con tanta facilidad, como si fuesen hojas arrastradas por el viento? El principio del fin llegó con la toma del “Puerto de las rocas”, pero no por lo que podía imaginar. Murieron en el intento centenares de sus hombres y miles de aliados para obtener un motón de ruinas. Y eso sin contar con la ofensiva posterior de Domitio Corbulon que, si bien corta, fue suficiente para mostrar que el poder de Roma seguía intacto. No obstante, lo peor fueron las muertes de su hijo Heiner y de sus dos mejores caudillos de la temida Guardia Verde . Uno de ellos, por orden suya. Los sustitutos, Blaz y Hugi, no estuvieron a la altura. Por una impaciente ambición, uno de ellos intentó matar al otro en medio de una incursión de castigo a un poblado en los albores del verano. Los habitantes del asentamiento, aprovechando que el asalto degeneró en una lucha entre dos facciones difere

Miedos al mar en la Roma Antigua

Imagen
¿Sabías que... los romanos tenían pavor a morir en el mar? Este temor venía por un motivo religioso-supersticioso. Si una persona moría sin que sus pies tocaran tierra no tenían opción alguna de entrar en el Eliseo (paraíso). Esto implicaba que, cuando se veía ineludible la muerte en el mar, por el motivo que fuere, muchos se ataban pesos a las piernas para quedar anclado al fondo marino y evitar tal condena en la otra vida. Esta curiosa práctica, perduró hasta bien entrada la Edad Media, con el cristianismo asentado. A los miedos obligados de realizar una travesía (tormenta, error humano, escollos que hundan la embarcación, ataque pirático, retraso en la partida, estafa o secuestro por parte de la tripulación o funcionarios corruptos), se le une el miedo a los monstruos marinos. El ser humano responde con recelo ante lo desconocido y las profundidades marinas han sido blanco de dicho terror hasta nuestros días. Al estar fuera de nuestro medio natural y resultar imposible explorar el f