Legionarios después del servicio obligado

¿Sabías que era de los ciudadanos romanos después de servir en las Águilas?

Durante el Alto Imperio Romano, si tenías la suerte de no sucumbir a las enfermedades, a la climatología, las guerras de conquista o defensivas, los levantamientos en las provincias o las eventuales guerras civiles, muchos legionarios podían reengancharse después de un servicio de 20 ó 25 años (dependiendo del emperador que esté en el mandato). Si lo hacían, se convertían en Evocatii (o inmunes), lo que significaba mayor paga y no realizar las tareas más infames como la limpieza de letrinas, por ejemplo. También podían conseguir ascensos a los rangos del selecto club de los principalis (librarius, tesserarius, signifer, optio o centurión). Es más, si se había licenciado con éste último cargo, podía ascender aún más y hacer carrera política, aunque eran casos de extremo valor y excepcionalidad. Hay estelas funerarias que ratifican carreras de centuriones con decenas de años y de reenganches. 

En el caso de que al obtener la honesta missio (también se podía obtener la deshonesta o por heridas), muchos habían conseguido ahorrar una cantidad considerable de su paga, además muchos emperadores pagaban un donativo a su ascenso al trono, además del incentivo que se entregaba al final del servicio que equivalía a varios años de paga. En bastantes casos incluía un lote de tierra en las provincias. También le daba la libertad de casarse y formar una familia, que estaba prohibido excepto para oficiales.
A diferencia de otras culturas coetáneas, previas y posteriores, en Roma, para la mayoría de la población, la milicia era bien vista por la evidente seguridad que proporcionaba dentro de sus fronteras. También podría decirse que era un mal menor, ya que también es relativamente común la figura del legionario que abusa del campesino o del pobre en la literatura y en quejas registradas a las autoridades competentes que nos han llegado a través de la epigrafía. Pero, se sabía que la violencia engendra violencia, por lo que, pese a todo, hacían más bien que mal. Un claro ejemplo son los piratas, bandidos y delincuentes comunes, que sí bien no fueron erradicados (ninguna sociedad lo ha conseguido), sí mantenidos a raya mucho más que en épocas anteriores y posteriores. Disuasión real al ser el ejército romano, fuerza militar, de ocupación y pacificación.
Igualmente, los antiguos legionarios podrían subir en la escala social una vez acabado el servicio, entrando en el ordo ecuestre si conseguían el suficiente capital y relaciones clientelares, pudiendo convertirse en políticos en pequeñas urbes. Un servicio en la milicia era una excelente carta de presentación. En el caso de los principalis, incluso llegaban a ser el jefe del poblado al que todo miembro del mismo acudiría para cualquier problema por su experiencia con las armas y su prestigio social.

Sin embargo, el éxito podía llegar a ser contraproducente. Muchos veteranos recibían lotes de tierras en zonas recién pacificadas o a medio pacificar y solían crear agrupaciones de veteranos. Si había disturbios, solían recurrir a ellos si no había una fuerza armada cercana. Normalmente, su sola presencia evitaba el derramamiento de sangre. Otras, una fácil victoria por la rapidez con la que se actuaba y su profesionalidad. Pero, en ocasiones, podía costarles la vida, como ocurrió en Camulodunum (Colchester, Inglaterra) en la rebelión de Boudicca en el 60 d. C que lucharon ferozmente durante dos días parapetados en el templo del divino Claudio, hasta que fueron masacrados y los supervivientes torturados. Se solía decir que la milicia era para toda la vida. O hasta que la perdieran.

Estos detalles y muchos más, los encontrarás en «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».

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