Flexibilidad del ejército romano

¿Es el ejército romano flexible o utilizaba siempre las mismas tácticas y formaciones?


La respuesta a la pregunta como siempre, requiere de diversas explicaciones e intentaré dar coherencia a toda la información que se posee al respecto para dar una afirmación tal o cual. Un primer dato a tener en cuenta es la propia evolución de las estructuras militares romanas desde la monarquía, pasando por la República, su época de expansión, el Principado y Alto Imperio y el Bajo Imperio. Aunque hay generalidades aplicables a todas las épocas, en mayor o menor medida, nos centraremos, como suele ser habitual en esta página, en el periodo tardorrepublicano y sobretodo en el Alto Imperio.


Después de que la Legio se impusiera como la unidad más útil y eficaz en la conquista, ésta formó la columna vertebral de su ejército. No quiero detenerme demasiado en la organización del ejército romano, ya que hay una cantidad ingente de libros, artículos, vídeos, etc sobre este tema. Por ende, en casi cualquier batalla o combate de envergadura eran el pilar básico de la fuerza. Igualmente, la caballería romana fue la gran lacra de Roma, ya que nunca destacó por su calidad. No obstante, compensó esta falta con el empleo de capaces auxiliares y aliados para hacer frente en igualdad de condiciones en este cuerpo a otros enemigos.


La respuesta entonces, a la pregunta inicial, sería que utilizaban siempre las mismas tácticas y formaciones. Sin embargo, no siempre era así y de hecho, mucha oficialía romana demostraba que había otras opciones para desequilibrar la balanza a favor suya. Para empezar, la Legio era una unidad bastante versátil dado su gran tamaño y de lo que estaba conformado (infantería pesada) gracias a su subdivisión en cohortes, manípulos y centurias. Obviamente, esto dependía mucho del entrenamiento, experiencia y liderazgo, pero comparando esta fuerza a las falanges griegas o los tercios del siglo XVI, eran mucho más maniobrables y con mayores capacidades tácticas: podían estirarse o concentrarse, dejar intervalos o espacios en el centro con relativa facilidad. Además, pese a su pesado equipamiento, no era tan lenta como cabría esperar.


Si a esto sumamos la gran cantidad (y variedad) de unidades auxiliares que completaban a la espina dorsal del ejército, tenemos una temible fuerza militar. Los auxiliares aportaban no sólo un número extra de soldados con un entrenamiento y equipamiento similar, además tenían y se incentivaban los talentos propios de su tribu, cultura o pueblo: lanzamiento de proyectiles, tiro con arco, destreza como jinetes, ataques furtivos, etc. Estas unidades eran polivalentes y servían tanto para escaramucear como para ataques sorpresa o sumar efectivos en una batalla campal. No se pueden infravalorar ya que a veces, por si solos, vencieron batallas como con en algún caso en la campaña de Cneo Julio Agricola en Britania o resultaron decisivos como los auxiliares germanos de Aulo Plaucio que nadaron semidesnudos y desarticularon la caballería de Carataco provocando una confusión que los llevó a la victoria. También hay actos de valor reconocidos, como en el asedio de Jerusalén cuando un grupo de sirios se lanzó a la brecha de la muralla con furor.

Es más, había unidades mixtas de auxiliares que incluían caballería y arqueros (poco apreciados para los romanos, pero necesarios en ciertos ámbitos) y que servían como elementos de mini-ejército para situaciones concretas. Muchas veces, y a raíz de desagradables sorpresas o serias derrotas, los auxiliares eran lo que marcaban la diferencia entre combatir un enemigo u otro. Esto se debía a que se utilizaban ciertas cohortes auxiliares con características típicas para un tipo de enfrentamiento u otro según las necesidades. Por ejemplo, frente a los partos cuya poderosa caballería de arqueros, catafractos y arqueros a pie, sumaron gran cantidad de efectivos de caballería y arqueros orientales para responder eficazmente a este tipo de lucha a la que no estaban habituados.


Otro elemento a tener en cuenta son los numerii. Estos no son auxiliares ni forman parte del ejército regular. Son aliados o mercenarios que sumaban efectivos a la lucha. A veces luchaban por su cuenta y otras veces formaba parte del propio contingente del ejército. Como solían ser unidades que conocían a la perfección los enemigos de Roma (por ejemplo los Iberos del Cáucaso que se enfrentaron a los partos en Armenia), solían ser útiles, duchos y fieros a la hora del combate, ya fuese en campo abierto o enfrentamientos irregulares. Roma normalmente sabía sacar provecho de todas las herramientas disponibles y el hostigamiento de los numerii podía marcar la diferencia en el resultado final al desgastar al enemigo en otros frentes o en el mismo.


También hay que tener en cuenta el factor de liderazgo en el ejército. Los mandos intermedios solían estar muy cualificados para estos puestos (Centuriones y Decuriones), a la par que los mandos superiores (Tribunos y Prefectos) si no tenían mucha experiencia, sí venían de una educación polifacética, útil y con larga tradición para gestionar recursos y hombres. Al fin y al cabo, no se esperaba de ellos brillantes acciones o decisiones tácticas excepcionales, al contrario, se esperaba una organización eficiente y unas órdenes claras y concisas. Los mandos superiores, si no eran los más experimentados o capaces, podían ganar batallas por tener tropas bien entrenadas y utilizar viejas tácticas efectivas.


En definitiva, y teniendo en cuenta el devenir de Roma que temía más a sus aliados rebelados que a nuevos enemigos (porque conocían sus fortalezas y debilidades), en el Alto Imperio sabían exprimir hasta el último recurso que poseían. Sus peores enemigos habían sido aliados como Yugurta o Arminio y prueba de ello también es la onerosa guerra social. Superados estos escollos y aprendida la lección, los romanos no dejaban pasar la oportunidad de poder vencer a sus enemigos de las formas más diversas. A veces sólo con la intimidación o la diplomacia armada se conseguían sus propósitos, o dividiendo a las tribus o utilizando artimañas. No siempre hacían falta sangrías en el campo de batalla.


Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


Comentarios

Entradas populares de este blog

Canon de belleza en Roma

Carreras de cuadrigas en el Imperio romano

Salud y sexo en la antigua Roma