Frontera britana

¿Qué sabemos sobre la frontera en Britania en la época Altoimperial?


Hace dos semanas realicé un artículo general sobre el mundo de frontera romano altoimperial, hoy me centraré en la frontera más conocida y probablemente más documentada del Imperio (aunque no la más interesante en mi opinión). Como casi siempre, para no hacer un artículo demasiado largo y tedioso, me centraré en dar las claves.


Britania ha sido tradicionalmente para Roma un lugar extraño y lleno de leyendas. Antes de su conquista ese halo mistérico la rodeaba y daba pavor por lo que se contaba sobre ella (fin del mundo, animales mitológicos, gentes fieras, y un largo etcétera). Superado ese miedo e iniciada la conquista, se descubrió que era un lugar con un evidente retraso tecnológico y una menor complejidad en las estructuras sociales con respecto a la Galia prerromana. Su subdivisión en tribus e incluso clanes hacían que una unificación estuviese muy lejana antes, durante y después de la conquista.


Hay que señalar, que existe una doble corriente de pensamiento dentro de la historiografía: la «antirromana» y la «prorromana». No es que no la haya en otros países, pero en el caso del Reino Unido es muy marcada. Hay historiadores e investigadores más híbridos o menos tendenciados, pero el carácter de sus gentes ha hecho que una parte de la población vea con malos ojos, incluso con repulsión, la intromisión de una cultura Mediterránea en su isla. Lo que para algunos es motivo de orgullo o un hecho consumado que forma parte de su cultura, para otros es un insulto. Independientemente de opiniones o gustos, la civilización en ese periodo venía de Roma, Grecia y sobretodo de Oriente. En cualquier caso, hay un interés en menguar las capacidades y/o logros de la Antigua Roma en territorio de la Gran Bretaña, mitificar el poder de los pueblos britanos o desvincular a sus gentes del círculo de influencia Mediterráneo. Incluso hay un “investigador respetado” que afirma, sin base real, que Inglaterra estaba en proyecto de ser una gran civilización y que dicho proyecto fue truncado por los romanos (no hay la más mínima evidencia de esta afirmación salvo falseando datos o manipulando con intención las evidencias encontradas). Para intentar evitar ser tendenciosos, intentaremos desgranar las características propias de Britania a través de las evidencias arqueológicas y los estudios más serios, dando justo valor y medida a este territorio.


Para empezar, la conquista no fue sencilla, pero tampoco podemos calificarla de costosa. La logística que implica dominar un territorio insular ya generaba un plus de condicionamiento a la hora de asegurar el éxito. Los pasos fueron lentos pero firmes habiendo una gran desproporción entre las victorias y los descalabros militares. Otra cosa fue la gestión inicial de la provincia, que no fue la mejor ni los legados fueron los más competentes o capaces. Se produjeron, como suele ser habitual, varias rebeliones durante la conquista progresiva de la isla, siendo la más célebre la de Boudicca (de la que ya escribí un artículo). Ocurrieron principalmente entre la primera y la segunda generación. Después son residuales o directamente no hubo más. La zona galesa fue la que más quebraderos de cabeza dio por ser un terreno más accidentado, poseer una climatología más adversa y una mayor fiereza de sus gentes. Sin embargo, tanto las fuentes como las evidencias arqueológicas muestran que las victorias romanas fueron un hecho (aunque su dominio fue mucho más liviano).

La creación del muro de Adriano y la ampliación de Antonino Pio fue la forma de demarcar una separación. Se esperaban más recursos de los que realmente había en la totalidad del territorio britano y su aportación al conjunto del Imperio es anecdótica. También es cierto que la romanización del lugar se nota sobretodo en entornos urbanos, mientras que en las zonas rurales los cambios son menores. Gran Bretaña no aportó ni un solo personaje famoso a Roma (la única provincia de hecho, que no aportó a nadie célebre: político, escritor, pensador, militar, etc.), lo cual es sintomático del poco interés de sus gentes al cambio e integración. Hoy en día, es muy común tener una visión romántica de ese indigenismo y visión del buen salvaje (que oculta un nacionalismo en este caso), pero la realidad es que eso refleja, en el caso britano, la poca apertura al mundo exterior, la falta de interés en el enriquecimiento que da el contacto con otras culturas y la búsqueda de un aislamiento que provoca un estancamiento. Obviamente, esto no se aplica a urbes y circuitos comerciales, pero son casos menores. Prueba de todo esto es que Roma abandona este territorio a inicios del siglo V antes que a ningún otro. Y es por lo costoso de su manutención como provincia para los recursos que aportaba, no por su «resistencia» o el «desangramiento» que provocaba.


Algunos historiadores han señalado que el Imperio, se «desangró» en Britania gracias a las incursiones de los pueblos del Norte y que éstos resistieron los ataques de Roma. La mayoría de investigadores están de acuerdo en que sabían que la actual Escocia tenía aún menos que ofrecer a cambio de una costosa campaña de anexión. Por eso se levantó un muro. Incluso hay varios Emperadores que pensaron en evacuar la isla. Se ha hablado de la fuerte presencia militar para su poca población. Y es cierto en sus primeros setenta años evidenciando su inestabilidad pero también hay que entender la dificultad que entrañaba traer tropas de refresco a un punto tan lejano del Mediterráneo. Progresivamente, las legiones establecidas allí fueron disminuyendo sus efectivos o fueron trasladadas (como el caso de la legión NO perdida, la famosa Legio IX hispana). No es que no hubiese enfrentamientos, los hubo, y hay pruebas arqueológicas de ello, pero eran más una molestia que un problema serio. Pasado el periodo de conquista y asimilación, se trataban más de asaltos con intención de saqueo que un verdadero interés en «expulsar» al invasor romano. Es más, como suele ser habitual, hay mayor cantidad de pruebas de intercambios y movimientos de gentes que de confrontaciones armadas. Pasada la primera y segunda generación y la violencia que se generaba, la mayoría de la población se beneficiaba de la paz impuesta por Roma, del comercio y de la seguridad relativa que se generaba. Aunque sus gentes no tuviesen interés en formar parte del Imperio, se vieron los beneficios de esa «paz armada» que establecían.


Este concepto cambió ligeramente en el Bajoimperio, cuando hubo algunas incursiones de cierta entidad ante la mayor fragilidad de la autoridad romana, menos soldados para guarnecer las fronteras, menores recursos y también mayores necesidades de las tribus del Norte. Aunque no dejaron de ser saqueos de gran calado. La falta de unidad y una autoridad central entre ellos evitó cualquier posible capacidad de dominación del terreno conquistado siendo restaurado en poco tiempo por Roma.


En definitiva, Britania ofreció poco a Roma y aunque desvió algunos recursos y fue una molestia, fue mínima comparada con las tribus germanas del Rin y el Danubio y, sobretodo, a los rivales partos de Oriente. También la creación de infraestructuras romanas (como las calzadas) permitió una mayor movimiento y circulación que benefició a las comunidades urbanas e indirectamente y en menor medida, a la mayoría de sus pobladores. Sin embargo, la poca población de la isla y la falta de interés real general de su población con respecto al exterior, provocó que se volviera a las costumbres anteriores con rapidez en cuanto las autoridades romanas evacuaron la isla.


Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


Comentarios

  1. Sería un buen complemento en tus tectos acompañar mapas con los límites o fronteras de los pueblos que citas.

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