Frontera asiática del Imperio romano

¿Qué sabes de la frontera asiática del Imperio romano?


Dado que se ha tratado la frontera britana en especial, trataremos esta frontera, una de las más importantes centrándonos especialmente en la época Altoimperial, como suelo hacer por ser mi especialidad.


Esta frontera es tremendamente interesante y una de las más estables, curiosamente, en el periodo que me ocupo. Podríamos denominarla de «tensa calma» y procedemos a explicar por qué. Hay que tener en cuenta que el imperio parto era el rival más serio, desarrollado y potente que tuvo Roma desde el inicio de su expansión por el Mediterráneo oriental. Y lo sería hasta el final de la Edad Antigua. En la Tardorrepública hubo una serie de enfrentamientos entre los partos y los romanos que finalizaron en su mayor parte con descalabros como la muerte de Craso en Carrae o las derrotas y victorias pírricas de Marco Antonio en su frustrada invasión. Agripa, el gran general de Augusto conseguiría a través de una serie de ataques victoriosos con radio de acción limitados y una firme diplomacia, establecer un status quo que se prolongó mucho en el tiempo. Se devolvieron estandartes y algunos prisioneros y se establecieron los confines. Salvo el reino de Armenia, donde ambos creían estar bajo su área de influencia (y en este caso tenían más razón los partos), quedaba claro donde acababa el territorio de uno y empezaba el del otro. Las mayores excepciones nos las encontramos en la mencionada guerra de Armenia en tiempos de Nerón y las campañas de Trajano. Ya en el siglo III se volverá más inestable y móvil, habiendo guerras sin un claro ganador. Una tensión que desangraría a ambos imperios y en la que ninguno tenía el suficiente poder para derrotar al otro: Roma tenía mejor infantería, armas de asedio y logística; los partos, en cambio, eran infinitamente superiores en caballería y arqueros, incluidos los famosos y terribles catafractos.


Puesto el breve contexto histórico, ahora surgirían varias preguntas. ¿A qué se debe esta «tensa calma»? Varios factores. El primero es el respeto mutuo. Ambas naciones sabían de la fuerza del otro y la dificultad real de imponerse a largo plazo. Un altísimo precio que pocos gobernantes estaban dispuestos a asumir, máxime sabiendo que la victoria definitiva era casi imposible debido a la extensión de ambos imperios. Había anhelos por hacerlo, pero en el Altoimperio sólo Trajano probó y quizás lo hubiese conseguido si no hubiera encontrado la muerte.

Otro factor a tener en cuenta es la inestabilidad y tensión de ambas entidades políticas. Si bien Roma fue medianamente estable social y económicamente durante el Principado, siempre había en la capital algún rumor sobre conspiración y asesinatos, o un posible complot militar. Fuera de la capital, se materializaron pocos (aunque la creencia popular sea otra) salvo dos o tres casos en doscientos años. La amenaza de un rebelión interna estaba en la mente de césares y senadores. Y aún así, era mucho más estable que el imperio parto que era aún más frágil internamente.

Un tercer elemento a tener en cuenta es que se fortificaron ciertas partes de la frontera y se establecieron serias guarniciones de tropas como parte de una política agresiva de defensa. Como un animal que muestra sus dientes pero no ataca. Prueba de ello es que había roces fronterizos que no pasaban de escaramuzas en la zona. Muchas veces sólo se trataba de un breve intercambio de proyectiles con algún herido o ni eso, pero no pasaba a mayores porque no interesaba a ninguno. La diplomacia aplacaba los ánimos. Ni oficiales militares, ni a líderes políticos querían nada más allá de alguna ventaja comercial o alguna compensación. Además, la extensísima frontera de ambos reinos tenía separaciones naturales en algunos puntos, siendo relativamente fácil separar la influencia de unos y otros.


Otra pregunta que surgiría sería es ¿dicha tensión afectó a los intercambios entre ambos pueblos? Todo indica que todo lo contrario. La paz benefició un contacto y un comercio fluido entre ambos mundos. Se sacaba provecho de la gran mezcolanza de pueblos de sus naciones intercambiando y funcionando de mediadores entre, por un lado, África y Europa occidental con, por la otra parte, la India y la lejana China. Un ejemplo de esto es que los legionarios establecidos en esta parte, eran considerados por sus contemporáneos holgazanes y débiles por mercadear y tener una vida tranquila. Sin embargo, demostraron en las batallas que generalmente eran dignas de confianza llegado el momento (no como las tropas del Danubio, las mejores a mi entender en este periodo). En cualquier caso demarca los contactos entre ambos mundos, la «tensa calma» y el habitual contacto que daba la paz armada. Estelas funerarias y documentos reflejan matrimonios e intercambios de forma tan común, que es difícil saber si las personas eran de un lado u otro de la frontera. Un mundo aún más abierto que en otras fronteras del imperio. Quizás el más abierto por pertenecer a una parte de la Tierra que ha tenido tantos siglos de esplendor por las diversas civilizaciones que han pasado por allí, dejando su incuestionable impronta (sumerios, asirios, babilonios, persas, medos, griegos y macedonios, etc.). Un legado que algunos se empeñan en borrar y otros en olvidar, pero ahí está.


Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


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