Bares y restaurantes en la Roma Altoimperial

¿Qué sabes sobre los bares y restaurantes en la Roma Altoimperial?


La cultura de «empinar el codo» y «menear el bigote» en un local viene de antiguo. En el caso de Roma, había negocios repartidos por todo el Imperio que saciaban el hambre y la sed de todas aquellas gentes que quisieran. Obviamente, tal y como sucede hoy en día, hay varios tipos de negocios dependiendo de los servicios prestados y también del bolsillo de sus comensales. Pasaremos a desglosarlos uno por uno.


Primero hay que aclarar una posible confusión. La palabra «taberna» es de esta época pero a diferencia de la actualidad, una taberna en época romana es un negocio, un local que ofrece sus servicios al público. Puede ser una carnicería, una frutería, una sastrería, etc. La acepción más acertada sería «tienda», por eso es una palabra demasiado genérica para incluirla dentro del catálogo, aunque no es incorrecta.


El primer negocio del que quiero hablar es la popina, que se puede asemejar a los bares en la actualidad. Ofrecían vinos, cervezas y otros licores o brebajes de una calidad variable. El menú, si tenían, solía ser sencillo basado en sencillos guisos o «comida rápida» de la época como gachas, pan u olivas. En cualquier caso, tenían muy poca variedad. A veces poseían mesas con bancos, otras veces ni siquiera eso. Sin embargo, que no conduzca a error, esto no significa que sean negocios de mala calidad, había locales que ofrecían productos de mejor calidad que otros tipos de locales de mayores prestaciones. Depende más de la reputación lograda por la calidad proporcionada y el buen hacer de sus dueños. La popina se define por su forma de entender el negocio, no por su calidad. Aunque la mayoría de su público era de orígenes más o menos humildes.


Otro tipo de establecimiento es la caupona que es muy parecida a la anterior aunque con dos significativas diferencias: la primera es que tenían donde dormitar y la segunda que se veían frecuentemente en los caminos y senderos, siendo el precedente de las posadas, ventas y paradores. Eso no significa que no las hubiera en núcleos urbanos. Al contrario, se las encontraba también con bastante facilidad. Hay que aclarar que el hecho de que ofrezca más servicios, no implica mayor calidad. Al contrario, hay cartas de viajeros o documentación privada que nos hablan de que en algunos casos las estancias no tenían ventanas, ni muebles, ni tampoco sencillos lechos. En otros casos estaban infestados de pulgas u otros insectos o roedores. En ocasiones tenían servicios mínimos para la labor que cumplían y otras veces estaban surtidos de todo tipo de comodidades para la época. Dependía del precio y la persona responsable del local. A veces hasta incluían alguna comida (a modo de media pensión actual). Como era para gente de paso, normalmente, solían tener establos. No hay que confundir estos negocios con las mansio, que eran verdaderas posadas para circuitos oficiales, que requerían de documentos oficiales y normalmente tenían instalaciones apropiadas, siendo considerados casi hoteles (de baja estofa, obviamente).

Hay una variante griega llamada pandokeion, pero no me detendré mucho en ella.


Por último están el thermopolium, que es el antepasado más cercano a los restaurantes. Estos tenían también una variedad de espectros, aunque la mayoría iban dirigidos a las clases más populares que no poseían cocinas privadas. Poseían mesas, bancos corridos y taburetes. Algunos hasta divanes y triclinia. En ocasiones tenían una carta más variada que las popina, pero también su calidad era variable. En la mayoría de los casos, su comida era básica y para un público humilde. El símil más cercano en Europa serían las casas de comida portuguesas, que están en extinción.


Curiosamente, las clases altas no solían disfrutar de las veladas en grupo en esta tipología de locales. La inmensa mayoría tenían mala reputación, sus alimentos eran de calidad dudosa o eran demasiado sencillos para paladares más exigentes. Las élites realizaban veladas en sus propios hogares servidos por esclavos especializados o contratando los servicios de prestigiosos cocineros para la ocasión. Otra opción es hacerlo al aire libre, ya sea dentro o fuera de los núcleos urbanos. Sin embargo, no hay que caer en el error de que eso significa que no frecuentaran estos locales. Lo hacían más a título individual o en muy reducidos grupos, nunca como acto social habitual y aceptado. Y por supuesto sólo los hombres. Las mujeres de clase baja los frecuentaban, pero se cree que no iban solas.


Las prostitución normalmente no se ejercía dentro de esta tipología de locales, aunque hay casos. Para los romanos, había mil sitios y lugares donde recurrir a los servicios de alguna o algún profesional: desde cerca de teatros, circos y termas hasta en los aledaños de los templos o incluso las necrópolis. Eso sin contar con los burdeles.

Otro tema sería el juego. Prohibido en diversos momentos del Altoimperio por varios césares porque los consideraban una tapadera para conspirar y se creía acertadamente que eran una fuente de problemas por los engaños, la ludopatía y la violencia con motivo de las pérdidas ecómicas. Algunos locales tenían lugares donde sus gentes se jugaban sus cuartos. Como siempre, estos ambientes se relacionaban con el hampa, por lo que solían tener lo peor de la sociedad y solían ser los tugurios de peor calaña. Sin embargo, el juego era algo que movía mucho dinero y pese a las prohibiciones y los severos castigos por incumplir las normas, se daban con pasmosa frecuencia por lo que nos dicen las fuentes, la arqueología y los escritos de la época.


Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


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