Plaga de Justiniano

¿Qué sabes de «la plaga de Justiniano»?


Esta epidemia fue una de las devastadoras de la Historia y no es especialmente conocida. Se debe a que ocurrió en un periodo no muy querido por los aficionados a la Historia y al público común: entre el 541 y el 549 d. C. Recibe el nombre del Emperador bizantino del momento, Justiniano I, célebre por su código legal, su espléndido mosaico de Rávena y su intento de restauración del «Imperio romano de Occidente».


La plaga fue, según los expertos, de peste bubónica y fue tremendamente letal por un caldo de cultivo que pasamos a explicar ahora. Para empezar, y como ya he mencionado anteriormente, desde inicios del siglo V, previa caída del Imperio romano de Occidente, se ve una tendencia de cambio en los ciclos oscilantes de la tierra: mayor frío, peores cosechas, estancamiento (si no retroceso) del crecimiento vegetativo de la población, etc. Esto unido a la pérdida del poder central de Roma y su descomposición acelerada por las invasiones de pueblos germanos en busca de tierras y alimentos en el más fértil Mediterráneo, llevó a una inestabilidad política, económica y social que duraría varios siglos. En este contexto, los predecesores de Justiniano, salvaguardaron el Imperio romano de Oriente y pasaron a la defensiva. Justiniano ambicionó recobrar dichos territorios de la mano de sus grandes generales Belisario y Narsés. Sin detenernos mucho en el tema, en medio de estas conquistas y combates, con una climatología cada vez más fría y más difícil gestión de los recursos, llegaron los motines. El Mediterráneo, durante siglos un mar de comercio, se volvió inestable. Además, el enfriamiento aumentó aún más, según una factible teoría, por la erupción de uno o varios volcanes del cinturón de fuego que dejó una capa de cenizas en la atmósfera que provocó que durante dos o tres años casi no hubiera verano. Ciertos estudios en los anillos de árboles antiguos demuestran que incluso hubo un estancamiento en su crecimiento. Las crónicas hablan de meses de nevadas, incluso en verano y en amplias zonas del Mediterráneo. Quizás se exageró o quizás no, pero lo cierto y verdad es que las hambrunas dejaron a la población debilitada y las guerras se detuvieron o menguaron en intensidad ante el cariz de la dramática situación que se estaba viviendo.


Como dice el dicho, al perro flaco todo se le vuelven pulgas y surgió esta plaga en el mejor momento. Tenemos a una población en guerra o inestabilidad continua, mal alimentada (o que se moría de hambre literalmente), pasando frío y sin ver solución ¿qué podía ir peor? Una agresiva pandemia de peste. Recordamos que esta enfermedad es otra SARS que viene de una garrapata adherida a una rata. La convivencia con este animal en casi todo tiempo histórico y lugar, hizo que se trasmitiera la enfermedad a gran velocidad y eficacia. Sin contar con el caldo de cultivo antes reseñado. Ya había habido noticias de esta enfermedad al menos con Marco Aurelio en el siglo II d. C (o en Atenas siglos antes), pero no con tal transmisión o virulencia. Las fuentes hablan de un origen africano en este caso, quizás Etiopía o Tanzania, llegando al Imperio a través del Alto Egipto y repartiéndose por todos los rincones mediante los comerciantes, arriesgados viajeros y soldados. Afectó a los tres continentes (África, Asia y Europa), matando, usando un cálculo optimista entre un 20 y un 25% de la población. Posteriormente habría otros brotes, a veces de forma cíclica, como es habitual en esta enfermedad, pero disminuyendo en intensidad progresivamente hasta que desapareciera a fines del siglo VI. Durante siglos, la enfermedad se aletargó o desapareció hasta que volvió con todo su esplendor a finales de la Edad Media. Pareciera que parte de la población se inmunizó y por eso durante tanto tiempo no se tienen noticias de brotes significativos. Como todo virus, mutaría y llegaría a ser la enfermedad tan terrible que sería en el siglo XIV. No obstante, sus coetáneos sufrieron lo indecible, marcando una generación e impidiendo que se tardara más de un centenar de años en igualar los cánones de la época «pre-justiniana».


Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


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