Mundo de frontera en la Roma Altoimperial

¿Qué sabemos sobre las relaciones entre romanos y bárbaros en las fronteras durante el Alto Imperio romano?


Durante bastantes años de mi vida me he dedicado a investigar este tema y sumergirme todo lo posible en la complejidad que conlleva. Daré claves y generalidades que, si son del gusto del público, desgranaré específicamente alguna de las fronteras que más he centrado mis estudios para la redacción de mis novelas y por interés personal.


Antes de empezar, hay que tener en cuenta varias problemáticas que sirven también para entender la complejidad del asunto. Desarrollaré cada una de ellas antes de dar una serie de características más o menos generales de este interesante y vasto mundo.


La primera problemática es que hay que tener en cuenta que estamos hablando de algo más de dos siglos, por lo que no es algo lineal o estático, por el contrario, es algo vivo y mutable. En muchas ocasiones la frontera es tranquila, dándose cita como lugar de encuentro para el comercio y el intercambio no sólo de productos, sino de personas y de saberes. En otras ocasiones, hay pequeños enfrentamientos fronterizos, razzias o simplemente bandidos que buscan saquear la zona. Esto conlleva pequeñas operaciones militares por parte de Roma o castigos ejemplares. Otras veces, se cierra temiendo un posible ataque ante las noticias de algún espía o alguna patrulla que ha visto movimiento. También sucede que las autoridades imperiales arbitran un conflicto entre tribus o intervienen a favor de quien más le conviene. En menor grado, la guerra hace que la frontera se rompa y la anarquía llegue a la región.


La segunda, es que hay fronteras más difusas que otras. A veces están delimitadas por un accidente geográfico (un río, una montaña o un desierto, por ejemplo), pero otras muchas los límites no están del todo claros. Podemos hacer una afirmación generalizada para dar una noción (que se podría puntualizar según la región), de que en las provincias orientales los límites son más o menos firmes; la provincias africanas tienen unas fronteras completamente difusas y variables al Sur; y que los límites en las fronteras europeas son flexibles (excepto en Gran Bretaña desde la famosa construcción del muro de Adriano y la extensión de Antonino Pío).


La tercera, es que hay bastante oscuridad en las fuentes, no ayudando demasiado en este aspecto al ser referencias bastante vagas y genéricas. La documentación administrativa tampoco termina de aclarar en muchos casos estos aspectos. En cualquier caso, la arqueología, estudios antropológicos y etnográficos (a veces hasta coordinados entre sí, pero no siempre) nos dan un atisbo que se acerca más a la realidad. Podemos sostener hipótesis más o menos satisfactorias gracias a ellos (y otros elementos como estelas funerarias, cartas personales y literatura coetánea también ayudan).


La cuarta, hay regiones que han sido mucho más estudiadas que otras dependiendo del interés y los fondos empleados en estos menesteres, estabilidad de los gobiernos locales y evidencias encontradas. Eso sin contar con todo lo anterior mencionado. Por ello, sabemos más en este periodo en las fronteras europeas que del resto. Aunque eso no significa que no sepamos nada o no tengamos evidencias en África u Oriente Próximo. Curiosamente, aunque sepamos menos, estas fronteras son más interesantes a mi modo de ver.


La quinta problemática, y última, son las propias limitaciones de quien escribe este artículo. Sólo he leído libros y artículos traducidos al español y algunos en inglés. Seguro que hay más estudios que no han llegado a mi conocimiento por estar escritos en otra lengua distinta o a las que no he tenido acceso por falta de un apoyo institucional. También uno es humano y debe reconocer sus limitaciones de tiempo y capacidades.


Una vez mostrada las problemáticas y la dificultad que entrañan, desgranaremos algunas características. Lo primero es que cuando pensamos en frontera, pensamos en una línea trazada en algún punto y rara vez es así. Salvo, como he mencionado antes, exista un accidente geográfico, los límites son flexibles y tampoco entrañan ningún problema. Ese concepto de limitación «nacional» es más abierto en la Antigüedad. Aquí hay que puntualizar que en el Norte de África, que salvo su parte costera, tiene una gran parte de desierto y aridez. Con seguridad, no llegaron hasta el Sahel (de forma militar y efectiva aunque sí muy probablemente de forma comercial), chocando en ocasiones frontalmente con los tribus semi-nómadas de la región. Dichas tribus veían como guarniciones militares o agrupaciones de comerciantes, ocupaban oasis o islas fértiles en zonas ancestralmente consideradas propias y sin su permiso. Esto provocaba enfrentamientos o fricciones que daban lugar a escaramuzas o pequeños conflictos fronterizos. En otras ocasiones, una comisión arreglaba el problema sin necesidad de derramar sangre.


La segunda característica es que la defensa comenzó como algo improvisado y luego se fue perfeccionando hasta crear un sistema de líneas, habiendo una primera línea avanzada en el territorio con pequeñas guarniciones de auxiliares (de tamaño variable entre una pocas decenas o varios cientos) que hacían las veces también de mercado avanzado en territorio supuestamente hostil. Luego podemos hablar de territorio «dentro del Imperio» con grandes guarniciones. No sabemos con certeza si eran asentamientos con un fin puramente de control comercial o dominio efectivo, lo más probable que ambas funciones, pero era un foco de atracción para comerciantes de todos los rincones del imperio, buhoneros locales, campesinos, ganaderos y mercaderes bárbaros. La arqueología refrenda una presencia variable de dichos fortines que data desde unas pocas decenas de años hasta una presencia superior a más de un siglo. Las estructuras corroboran un carácter semi-temporal, en la línea de la forma de construir de la época: un poco improvisada y que fue mejorando su acondicionamiento progresivamente. No hay que ponerse cómodo, la guarnición puede cambiar de ubicación. Poco a poco, y cuanto más cerca de la frontera, más se acuartelaban las tropas a medida que se entendió que no se iban a producir mayores avances u ofensivas. Sería a partir del siglo III cuando más se fortificarían y mejorarían las defensas proyectando las torres hacia fuera o haciéndolas circulares, entre otras mejoras.


Otra característica es que siempre se piensa que la diversidad provoca una hostilidad, pero la gente de frontera está acostumbrada a convivir y a los encuentros. Para lo bueno y para lo malo. En este caso, las evidencias nos hablan que podemos pensar mucho más positivo que en el aspecto negativo. Por ejemplo, los restos funerarios y ciertos análisis demuestran la posible mezcolanza entre bárbaros y meridionales y un contacto incluso más alto de lo que se pensaba inicialmente. La influencia se nota hasta puntos mucho más alejados de las guarniciones de lo que se pudiera pensar. Esa posible xenofobia, se da menos cuanto más cerca se está del limes. Igualmente, hay una influencia que es bidireccional, como siempre, aunque más productiva y efectiva de Roma como dominador y debido a su mayor complejidad cultural y superioridad material.


Hoy en día se intenta vender la «pureza» o poca intromisión de algunas culturas sobre otras más desarrolladas, pero en la Antigüedad se demuestra, cada vez más y más, que hay mucho movimiento de personas y que el contacto de culturas muy lejanas es una constante. Esto no es sólo comercial, ya que los hombres y las mujeres de aquellos tiempos van dejando su impronta, con mayor o menor acierto y profundidad. Por ello, pensar en una cultura «ajena» a la influencia de la cultura grecorromana es un error y una insensatez. Si se me permite un incorrecto parangón, es como negar hoy la influencia de EE.UU en la sociedad occidental habiendo McDonald’s en la mayoría de ciudades, usando ampliamente los vaqueros o viendo su cine, por poner sólo tres ejemplos.

Es evidente que caló menos cuanto más alejado se estuviera de frontera, pero todo parece indicar que dichas fronteras eran polos de atracción y contacto. Máxime si estos pueblos estaban dentro de sus fronteras. Eso implicaba que también bandas armadas y bandidos se aprovecharan de ello, o que alguna tribu buscara sacar tajada. No atacaban a ciegas, sabían dónde porque tenían contactos habituales. En esta época, la zona entorno a la frontera era muy lucrativa y llena de vida. El problema para estos invasores era que Roma dominaba sobre el terreno y era un ejército bastante eficaz e intimidatorio. Durante este periodo, pocos pueblos intentaron realmente atacar a Roma. Y de los que lo intentaron, pocos consiguieron romper las líneas flexibles de defensa y penetrar profundamente en el Imperio. Y eso se debía a la profesionalización de su maquinaria militar, la intendencia y las tácticas. Pero también porque había muchos habitantes de la frontera que les interesaba la paz, ayudando con tropas, información, recursos o sólo con su neutralidad. El concepto «nacionalista» se diluye ante las ventajas del contacto y la apertura a un mundo mayor.


Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


Comentarios

Entradas populares de este blog

Canon de belleza en Roma

Carreras de cuadrigas en el Imperio romano

Salud y sexo en la antigua Roma