La responsabilidad de la Iglesia en la caída de Roma

¿Fue la Iglesia responsable de la caída de Roma?


Independiente de las creencias o no de los diversos investigadores, no hay un consenso absoluto al respecto, aunque si unas posibles conclusiones. Daremos aquí las claves generales para entender el proceso y explicar el contexto lo mejor posible.


Antes del gran impulso de la cristiandad entre los siglos III y IV, se puede apreciar una mayor necesidad entre la sociedad del Imperio de nuevas ideas que reconfortasen las almas de sus ciudadanos y no ciudadanos. Los dioses occidentales gozaban aún de popularidad, pero su simpleza e inmovilidad hacía que las gentes buscasen otros dioses con una filosofía más elaborada, una complejidad en sus postulados y que ofreciera más respuestas. De oriente fueron llegando estas ideas mistéricas y desarrolladas como el culto a Mitra o el Zoroastrismo que fueron calando en la población paulatinamente (más en las provincias orientales, obviamente), y sólo por poner ejemplos. El cristianismo, visto como una escisión o secta del judaísmo a priori, fue la vencedora por su universalismo (aunque no así en todas las comunidades inicialmente), su sencillez y su mensaje de esperanza y bondad (aunque a veces deformada por fanáticos y gentes sin escrúpulos). Por ello, se puede afirmar que la sociedad estaba deseosa de un cambio. Y fue progresivo y definitivo en muchas provincias.


A esto hay que unir los problemas externos al pasar el Imperio a la defensiva (frente a las conquistas o una defensa agresiva de los siglos I y II) y la inestabilidad que fue socavando la autoridad imperial por los vaivenes de líderes políticos. En este punto, hay luces y sombras. Por una parte, la Iglesia fue perseguida y luego pasó a ser perseguidora. Por una parte, contribuyó a la desintegración del Imperio gracias a las luchas religiosas con los paganos y con los diversos movimientos heréticos internos. Por otra parte, fueron los garantes de los resquicios de romanidad (o podemos llamarlos «romanos evolucionados», ya que muchas veces eran los pueblos invasores más «romanos» en el estilo clásico que los romanos). Así fue que las poblaciones urbanas y algunas zonas rurales, se alinearon entorno a las élites locales y las autoridades religiosas.


Se dice que contribuyó a cambiar las líneas de pensamiento y es una verdad a medias. Por una parte, la decadencia y frivolidad que en ocasiones caracterizó la moralidad del Alto Imperio romano, llevó a una réplica por parte de algunos de los césares (empezando por el propio Augusto). Y es que parte de la sociedad consideró a su élite, despreciable y corrupta. Esta idea aumentó a medida que la crisis se hacía patente y la inseguridad aparecía. Las rebeliones bagaudas se empezaron a suceder (rebeliones de campesinos) y es sintomático que no haya casi ningún caso registrado hacia elementos religiosos. Eso no quiere decir que no hubiera abusos, por el contrario, los hubo, lo que significa es que al menos tenían un resquicio de autoridad.

Otro punto a tener en cuenta es su papel como guía espiritual y ética. El judaísmo, base del cristianismo, contribuyó a aglutinar a estos descontentos para frenar esta «falta de moralidad», aunque sin mucho éxito en general. La homosexualidad, por ejemplo, en sus múltiples formas, fue uno de los objetivos a batir y se logró casi erradicar de la vida pública gracias también en buena manera, a la influencia de los pueblos bárbaros que, con su espíritu pseudo-nómada, pero con origen de movilización, consideraban la homosexualidad como una rémora para la reproducción del grupo y por ende, despreciada. Por todo esto, es un fenómeno que ya se estaba dando, la Iglesia sólo se convirtió en su abanderada.


En los siglos IV y V, cuando empezó a pasar factura las luchas internas y la crisis económica, hay que decir que la Iglesia tuvo un papel crucial. Ante el abandono por parte de las autoridades imperiales, la Iglesia se convirtió en la única institución «fiable» y que agrupó entorno a sus diócesis a la población local para protegerlas, con mayor o menor éxito, de enemigos internos y externos.


En conclusión, ¿fue responsable de la caída? La respuesta sería sí y no. Ayudó a cambiar absolutamente el paradigma que era Roma. Y de forma definitiva. Un romano del siglo I no se parece en nada a un romano del siglo V. Sólo de nombre, ni como se viste, ni como reza o a quién, ni como ve la vida o como se expresa. La Iglesia contribuyó al cambio, para bien y para mal, desangró a su población y también la ayudó y protegió. Como toda institución, tuvo sus luces y sus sombras. Aunque se haya vendido lo contrario en ocasiones, no fue la época más sombría de la Iglesia, ni la más radical. Es la época de la institucionalización y eso lleva a poner orden, regularizar y asentar los parámetros. Esto implica cometer tropelías, matanzas y guerras (por parte de todos y cada uno de los bandos afectados). Esto duró, como norma, hasta que el poder Imperial se unió a la Iglesia con Teodosio el grande en el 395. Además, luego con las invasiones, habría poco tiempo para luchar por religión o poder. Por todo esto, achacar la caída de Roma a una institución religiosa sería un simplismo. Hubo muchas causas y variadas (ya hablé de ello). Y la Iglesia aceleró su fin, pero no fue lo único ni más determinante. Ayudó a destruir una cosa, para crear otra distinta que ya se estaba gestando.


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