Hispania en el Imperio Romano

¿Cuál es la aportación de Hispania a la Roma Imperial?

Ahora que ha pasado el «día de la Hispanidad» es un buen momento para hablar de la contribución de esta provincia al Imperio. La conquista fue un proceso largo, tortuoso y lleno de momentos épicos y desmanes. Se considera que es la primera provincia fuera de su área de influencia inicial (que no la primera fuera de su territorio continental, esas serían las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega). Desde que acabara la Segunda guerra púnica (218 – 202 a. C) las intermitentes guerras con los numerosos pueblos iberos, celtíberos y celtas acabaron con la conquista del Norte en tiempos de Augusto. Aunque todavía habría pequeños ataques y conatos de rebeliones hasta la época de Nerón. Hay hitos famosos como las guerras con Viriato (aunque hay personas que cuestionan su existencia real), la resistencia de Numancia, la guerra de Sertorio o las guerras civiles entre los hijos de Pompeyo y César. Pese a esta resistencia intermitente, finalmente la península cayó en poder de las autoridades romanas y pronto se convirtieron en una de las provincias más ricas, especialmente el Sur y el Levante. Se habla de la devotio hispana, aunque hay cierta mitología y exageración con respecto al tema de su “fidelidad hasta la muerte”. Lo realmente reseñable es como sus élites y sus colonias de veteranos se empezaron a mezclar, creando las primeras fundaciones y el germen del futuro cosmopolitismo romano. Obviamente se tardaron generaciones, pero la asimilación fue tal que pronto dieron sus frutos llegando hispanos hasta el Senado y lo más alto. Hay que tener en cuenta que la Hispania más cercana al Mediterráneo era bastante avanzada antes de la llegada de los romanos y estaba en pleno proceso pre-estatale, formando confederaciones y agrupaciones más allá de sus tribus. Pueblos como los turdetanos hasta tenían su escritura (que se sabe leer pero no su contenido) basada en el alfabeto fenicio. Esto prueba el más que conocido frecuente intercambio y movimientos de personas que se producen en el mundo antiguo e incluso desde la protohistoria del Mediterráneo.  Sin embargo, cuanto más al interior y al Norte de Hispania, su falta de cohesión y contacto con el exterior era más evidente, dando lugar a unas culturas más encerradas en sí mismas y primitivas. Un motivo extra por lo que su proceso de romanización fue menos arraigado.

En cuanto a hispanos famosos tenemos a los Césares Trajano (Itálica, Sevilla, siglo I – II d. C), Adriano (Itálica, Sevilla, siglo I – II d. C) y Teodosio I el grande (Coca, Segovia, siglo IV d. C); el senador y filósofo Séneca (Córdoba, siglo I d. C); los poetas Lucano (Córdoba, siglo I d. C) y Marcial (Catalayud, Zaragoza, siglo I – II d. C) o el escritor Columela (Cádiz, siglo I d. C) por poner los más destacados. Personajes famosos de la República o el Imperio pasaron una temporada aquí, por citar algunos no mencionados antes: Escipión el Africano, Catón el viejo, Sempronio Graco, Escipión Emiliano, Polibio, Sertorio, Pompeyo el grande, Agripa, Estrabón, Galba u Otón, entre otros muchos.

Hispania tenía productos interesantes que aportar a Roma: además la tríada mediterránea (trigo, olivo y vid) en grandes cantidades, había metales como el bronce, hierro, plata y oro. Su producción de cerámica es alta y de calidad (aunque la Norteafricana es mejor), su garum (salsa a base de tripas de pescado fermentadas y saladas) era muy demando y la fertilidad de sus tierras ya eran apreciadas al final de la República. Su integración no fue fácil en un principio. Ni buscada. Pero la asimilación llegó progresivamente adaptando su cultura a Roma y creando algo propio y vinculado para siempre. La huella indeleble de Roma en todo el Mediterráneo se hace aún más vívida en Hispania si la comparamos con otros lugares conquistados. Hay que decir que en la zona oriental del Imperio se alcanzó mayor notoriedad por su mayor grado de desarrollo histórico, una mayor riqueza y unas redes comerciales ancestrales que incluían productos exóticos o de más difícil obtención. Sin embargo, en pocos sitios se alcanzó el grado de sincretismo de Hispania. Quizás sea por un pasado y carácter más fuerte o mayor personalidad, en oriente se siente menos. Tanto grande fue la huella dejada por Roma que, en la zona Mediterránea (así como grandes partes del Norte de África) no se rompió esa organización y costumbres de la sociedad tardorromana con las invasiones bárbaras, que sólo empezaron a mezclarse con los conquistadores visigodos al final. No sería hasta la llegada del Islam cuando se rompería ese firme lazo con la antigua Roma, creando algo nuevo y distinto, aunque heredero también de ese pasado (fusión de Roma-Bizancio, Persia y Arabia).

En cualquier caso, la huella de Roma, así como la musulmana en el centro-sur y el espíritu bajomedieval son la base cultural de la actual España. Los cimientos sobre lo que se ha edificado y cimentado todo lo que somos. Una herencia rica, bañada en sangre, pero llena de elementos de la que toda persona de este territorio forma parte.

Estas y otras curiosidades las encontrarás en mis libros «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


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