Vacaciones y tiempo libre en la Antigua Roma

¿Existían vacaciones o días libres en el Alto Imperio Romano?

El concepto de vacaciones es muy antiguo, no lo inventaron los romanos, dándose en Mesopotamia, Egipto o Grecia. No obstante, Roma sí fue la civilización antigua que practicó este retiro estacional con más ahínco. Obviamente, no podemos olvidar que siempre hablamos de la élite social: senadores, patricios, ecuestres y plebeyos ricos. Las vacaciones para clases medias y parte de la clase baja no llegarían hasta el mismo siglo XX. Pues bien, las élites romanas impulsadas por filosofías como el hedonismo o el epicureismo, buscaban alejarse de las insalubres urbes como Roma o Alejandría donde el sofocante calor, los efluvios de las cloacas, el aumento de los mosquitos y enfermedades o la posibilidad de los incendios (como el famoso del 64 d. C de Nerón, aunque hubo otros menos graves en tiempos de Claudio, Tiberio...) creaban un caldo de cultivo nocivo para sus gentes. También se apoyaban en la idea de la importancia inherente del ocio, no sólo como forma de tomar energía o revitalizar futuros negocios mediante un descanso, sino también como culto a un elemento rico en sí mismo. Se había llegado a la conclusión de que ningún hombre concluirá todos los proyectos que ha planteado a lo largo de su vida y que siempre le será imposible por el empeño en la juventud en medrar y en la senectud de faltar fuerzas y tiempo.
Estos lugares podían ser Anzio, Ostia, Capri por poner varios ejemplos. Los Césares se trasladaban con toda la corte durante el verano y buena parte de las élites solían seguirla como lugares de moda. Otros preferían la tranquilidad de la montaña, villas rústicas o espacios termales. Pocos cambios con respecto a la actualidad. Las escapadas no se limitaban sólo al verano, ya que ciertas épocas invernales u otros momentos tranquilos del año que precisaran o quisieran, los altos gerifaltes de la sociedad se daban un capricho en sus ajetreadas vidas. A veces usaban la excusa de controlar sus propiedades diseminadas en el Imperio o buscar inversiones (tenían agentes para ello). Más notorio es el caso de cuando se notaban demasiado mayores para la tumultuosa vida en las urbes y buscaban un retiro dorado y tranquilo.

Pero, ¿qué hay del resto de la sociedad? Estamos hablando de más 95% de la población del Imperio que conformaban aquellos fuera de la élite. Obviamente los esclavos no poseían nada similar a vacaciones. En algunos casos, si tienen fortuna, algunas festividades especiales como las Saturnalias o ciertos días para cultos particulares. Muy extendido para ellos era Baco (o Dionisos). La situación no mejoraba mucho con las clases populares, que disponían de algunos días extra pero que cada uno decidía cómo amortizarlos. La vida era dura y no siempre uno podía permitirse el lujo de no trabajar en varios días e incluso en uno solo. Los legionarios, por poner otro ejemplo, podían conseguir días de permiso, aunque tampoco se podían permitir grandes lujos por el tiempo que se requería en transporte, su precio y también la sencillez de la vida en estos tiempos. Pasar tiempo con la familia, con prostitutas (o prostitutos), comer con profusión o beber más de la cuenta podían ser sus mejores pasatiempos. Si tenían la posibilidad, el teatro, las carreras de bigas o cuadrigas, los espectáculos gladiatorios, o asistir a un combate de púgiles eran buenas opciones. Los juegos de azar podían estar prohibidos, pero siempre eran una atracción para los más viciosos en los peores ambientes.

Se habla muchas veces que en el calendario romano había muchos días festivos (más de un tercio), pero no se aplicaban igual para toda la población. El concepto de días fastos y nefastos sí era más asequible: esto es, días propicios para iniciar un viaje, un negocio o un proyecto, o días que era mejor no hacerlo. Eso no significaba no trabajar, significaba NO iniciar algo nuevo. Se podía proseguir lo que se estaba haciendo de hacía días, semanas o meses. Lo que sí es verdad, es que desde la revolución industrial y con las nuevas doctrinas económicas, el concepto de trabajo ha cambiado. El tiempo de trabajo en la antigüedad era más relativo y normalmente más relajado. Se sabía que el campo, por ejemplo, o las actividades manuales requerían de tiempo para realizarse y si bien se podía presionar para agilizar el proceso, no siempre garantizaba un óptimo rendimiento. La disposición de la luz solar, las diversidad de actividades a llevar a cabo, y una concepción de tiempo con mayor visión, ayudaban en esto. Hoy en día es difícil de entender porque vivimos en la era de lo inmediato, pero antes las gentes sabían que se requería de paciencia y trabajo continuo para llevar a cabo cualquier actividad. Además, a esto hay que sumar que los ricos sabían que no debían presionar en exceso a la base, ya que los motines no eran algo descabellado hasta bien entrada la Edad Media. E incluso tiempo después.

Otra curiosidad, es que si bien Roma es una civilización considerada urbana, el 85% de su población vivía en el campo. El concepto de «romería» o «peregrinación» es muy antiguo y quizás su origen se hunda en la protohistoria. Puede que incluso que antes. Sin embargo, en el Imperio se daba con una asiduidad fastuosa. Podían ser eventuales como actos rogativos ante malas cosechas, sequías o riadas, tanto como anuales o estacionales. Curiosamente se solían dar especialmente en el final de la primavera o finales del verano o principios del otoño, coincidiendo con el mejor tiempo (ni demasiado calor o frío) y el inicio o final de la recogida de ciertas cosechas. También era la excusa para muchas de estas gentes para darse atracones de carne y bebidas alcohólicas que no siempre se podían permitir. He aquí el origen religioso de estos cultos cristianos.

También había ciertos viajes de placer que se realizaban habitualmente aunque esto siempre era un peligro: funcionarios corruptos, estafadores, salteadores, piratas, temporales, accidentes... Se sabía cuando se iniciaba, pero no cuando se culminaba. Es cierto que en el Alto Imperio Romano, el movimiento de personas es increíble y altísimo en comparación con otros periodos históricos, pero la mayoría eran por obligación, trabajo o negocios. Todo aquel que se embarcaba en un viaje ya sea por tierra o por mar, asumía que había riesgos. La mayoría de estos viajes de placer, de corta o larga distancia, tenían un objetivo concreto como ir a una zona específica (La península griega, por ejemplo), una ciudad o pueblo, o un santuario religioso. Un poco posterior, y muy recomendable, es el documento que nos ha llegado hasta nuestros días del viaje de Egeria en el Siglo IV d. C a los Santos Lugares. Aunque era algo realizado principalmente por gente adinerada, hay casos de gente más humilde que lo toma como una aventura mientras busca nuevos horizontes. Así que, se podría considerar un híbrido entre obligación y placer.

Estas curiosidades y muchas otras las podrás encontrar en  mis novelas «Gladius et Peplum. El baluarte fronteriozo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum». Hazte con ellas.


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