Efeméride de Augusto

Efeméride de Octaviano Augusto


En el día de hoy, en el 63 a. C nacía Octavio de la gens Iulia, sobrino-nieto y heredero de Caio Iulio Caesar y Princeps del Imperio romano. Se han vertido ríos de tinta sobre este personaje por su largo gobierno y la transformación que sufrió Roma para siempre. Independientemente de las visiones triunfalistas o críticas postmodernistas, hay que entender que fue un hombre muy inteligente y con una visión clara de la campaña que quería hacer. Mi intención es dar unas pinceladas concretas para entender mejor al personaje y que cada uno saque sus propias conclusiones personales.


La vida antes de ser sucesor de César había sido relativamente anodina, pero este joven demostraría una audacia sin límites, una profunda ambición y que le acompañaba en su imaginario un paquete de medidas con un objetivo claro: hacerse con el control del gobierno, estabilizar Roma y abrirse a su Imperio. Hay personas que hablan que Augusto destruyó la República. Eso se podría debatir según qué punto de vista, pero la verdad es que las instituciones republicanas se mantuvieron y sólo tuvo que modificarlas lo justo para evitar la lucha de poder entre las varias facciones de familias senatoriales. Es verdad que hizo una purga de los elementos disonantes y que no le tembló el pulso para mostrarse autoritario en muchos momentos, pero quizás la inestabilidad de los últimas décadas y la violenta muerte de César auspiciaran ese carácter. No quiero extenderme más en los honores acumulados, pues hay decenas de libros que lo explicarán más y mejor que un servidor.


Sin embargo, donde más me quería centrar en su labor lejos de la gran urbe. César entendió y Augusto aún más y mejor, que Roma no podía ser sólo la ciudad y los alrededores. Que debía integrar de una forma u otra a los habitantes que había más allá. Alzar la mirada por encima de las Siete Colinas. La romanización verdaderamente se llevó a cabo a partir su gobierno: colonias de veteranos en las provincias, realización de obras públicas y civiles, cambio de status de las ciudades, interés en la gestión interna de las provincias, gobernadores con programas reales además de la recaudación de impuestos, etcétera.

El concepto «pax augusta» surgió y se usa hoy día como una paz armada, pero esto no implica sólo control y violencia (que es el primer punto en las pautas), también se busca un acercamiento a las élites (que se entendían como la llave hacia las demás clases) y también llevar Roma a los hogares de los súbditos provinciales. Un primer paso en la integración en un cosmos heterogéneo que forman los imperios. En mis artículos siempre hablo de las diferencias entre provincias y la multiplicidad de realidades, pero se puede afirmar sin lugar a dudas que desde Augusto y sus sucesores, empieza el verdadero sentido de romanización más allá de la península itálica. Se sentaron unas firmes bases para que, poco a poco, fuera un Imperio universalista en vez de una ciudad que dominaba al resto. Entre una y dos generaciones después ya se estaban recogiendo frutos. Un ejemplo es que en menos de sesenta años de la muerte de Augusto gobernó un César de fuera de Roma (Vespasiano) y en menos de cien, tenemos el primer César nacido fuera de la actual Italia (Traiano). Augusto fue un reformista y eligió sabiamente a Agripa como su brazo militar que ejecutó con precisión una expansión llena de victorias (y alguna que otra derrota), pero que crearía un precedente que ha llegado hasta nuestros días por más de una treintena de países. Creó los cimientos de lo que sería la fusión de Roma con sus provincias (al fin en muchos casos de dominio militar). Hubo muchos casos que fue por la fuerza y normalmente de forma desigual pero efectiva, ya que en gran parte del territorio se creó una simbiosis a la que ayudó también la estabilidad social y una era económicamente en alza. Debemos reconocerle la trascendencia de su obra que, para bien y para mal, está ahí: estructuras, lenguas, tradiciones, costumbres, gastronomía, juegos, gestos, cultura, ideas o pensamientos. Somos más herederos de Augusto que de aquellos generales que conquistaron esta u otra región.


Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


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