Libertos en el Imperio romano

¿Cuál es el rol de los libertos en el Imperio romano?


El liberto es una figura oscura en Roma por la heterogeneidad de circunstancias que relacionan a esta figura. Es una de las clases sociales con más poliédricas, pudiendo existir decenas o centenares de casos registrados con multitud de realidades distintas. Intentaré tocar todos los elementos posibles y dar la explicación más clarificadora posible.


El liberto o liberta, como el hombre y la mujer común, tienen tantos roles distintos como profesiones y circunstancias existan en la sociedad. Hay que tener en cuenta que es una figura difícilmente sondeable y los especialistas se muestran aún más reacios a dar una cifra aproximativa real (aunque se cree que quizás entre el 5 y el 10%, aunque es un tiro al aire y no hay pruebas concluyentes). ¿Por qué es esto? Por la naturaleza propia del ser humano de querer formar parte del cosmos que le rodea. La mayoría sólo querían una vida normal como los ciudadanos y no ciudadanos comunes.


Muchos obtenían su libertad a través del pago, otros como premio a sus servicios y otros se libertaban a la muerte del amo. Algunos afirman que obtenían la ciudadanía romana con su manumisión, pero no es exacto. Pensemos que si su amo no era ciudadano romano, éste no obtenía la ciudadanía. Esto pasaba en caso de sí serlo, ya que pasaba a ser parte de su clientela y la familia extendida del pater familias.


La literatura coetánea a la época nos muestran a los libertos como seres aprovechados, con pocos escrúpulos, sibilinos y taimados, a diferencia de los esclavos, que nos los describen como ociosos, despreocupados y sin iniciativa. Obviamente es la visión que tienen las clases acomodadas de estos elementos sociales que, en muchos casos, se enriquecieron gracias a una eficiente labor y un buen uso de sus facultades e influencias. Sin embargo, uno no tiene que ser corto de miras y entender que una cosa es la concepción que tiene un sector de la población sobre los libertos, y otra muy distinta lo que es en realidad. Tanto la epigrafía como otra tipología de documentos han reflejado que es una visión compartida por parte de la gente común, aunque esto también se mezcla con otras percepciones más normalizadas. Podemos afirmar que aquellos que se enorgullecen de su status de liberto al obtener su manumisión con su esfuerzo o con formas poco lícitas son criticados, sin embargo, aquellos que se difuminan con la masa buscando ser uno más, tienen una consideración paritaria o casi paritaria. Al fin y al cabo, es la forma de enriquecerse y el desprestigio social lo que cuenta para verlo así. Una mezcolanza de envidia, desprecio y cierto temor.


Sin embargo, y aunque existe la figura del liberto imperial al servicio de la administración, esta es una minoría con respecto a una gran mayoría que se acopla a la sociedad y vive sin hacer ruido. Como he dicho, algunos obvian su pasado esclavo e incluso el de sus padres para quitar la mácula mientras otros lo usan para mostrar el ascenso social o el enriquecimiento desde la nada. Por eso, sus trabajos son lo más variopintos: desde campesinos, pescadores, mercaderes o capataces, pasando por soldados, recaudadores de impuestos, funcionarios imperiales o incluso terratenientes. En el caso de las mujeres, a veces eran libertadas para que pudiesen ser esposadas por sus amos y en sus estalas funerarias se ven auténticas declaraciones de amor ya fuese de él, o incluso de ella. Igual que lo anterior, en algunos casos serían para obtener la ansiada libertad y en otros quizás surgiera un verdadero amor (hay que tener en cuenta que ya era propiedad, no precisaba de casarse para mantener relaciones sexuales con ella). Otras, en menor cuantía pero hay casos registrados, podían ganarse un negocio propio o unas tierras, ya sea como cónyuge de otro liberto e incluso a título individual. Toda una proeza dadas las dificultades de la época.


En resumen, los libertos son un apéndice extra de la gente común, siendo una figura mal considerada por sus orígenes serviles, pero que esa mácula se podía desvanecer con el tiempo y con cierta facilidad, siendo uno más en la sociedad romana. En otros casos, fue un recurso de enaltecimiento personal e incluso hubo un Emperador como Pertinax que provenía de estos oscuros orígenes y se enorgullecía de ello.


Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


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