Vigiles de Roma y provincias

¿Qué sabes sobre los vigiles romanos?


Ahora que en el hemisferio Norte está llegando el pleno verano, el calor y los incendios, creo que es menester hablar sobre el primer antecedente real de los bomberos que hay, aunque realmente era un organismo con más funciones. Sigue leyendo para descubrir las curiosidades de este cuerpo.


Para comenzar se puede decir que hay antecedentes en otros lugares y culturas anteriores como Babilonia, Egipto o en Grecia, pero eran asociaciones temporales y de carácter privado. Incluso en tiempos republicanos hubo cuerpos así sufragados por gente como Craso, pero los vigiles surgen en tiempos del Principado. Hablamos de un cuerpo estatal, organizado y entrenado para llevar a cabo su función. Llevada a cabo en un principio por un Edil llamado Rufo durante el gobierno de Augusto y sufragado por él para alcanzar popularidad política, sentó el germen por parte del Princeps para crear definitivamente a los vigiles con 600 integrantes. Pronto pasarían a ser 3.000 y con Trajano llegarían a su plenitud con unos 7.000 integrantes divididos en cohortes miliarias, como la caballería. Esto nos hace intuir el carácter militar de la unidad y su disciplina.


Para extinguir los incendios, que era un problema en una ciudad donde la madera era un elemento fundamental especialmente entre las viviendas humildes, se usaban bombas de agua ingeniosas, trapos húmedos fijado en palos, regaderas de alta capacidad, arena y herramientas para detener el avance de las llamas (para derribar estructuras). Todos los medios conocidos de la época y de la forma más efectiva. Esta unidad no funcionaba sólo como «apagafuegos», que ya sería muy importante, si no que tenía una mayor carga de funciones: funciones policiales y de control, vigilancia de graneros y almacenes, encendido de luminarias en las vías principales durante la noche y controles aduaneros o de mercancías. En definitiva, funcionaban como organismo de protección de los ciudadanos en el sentido más amplio de la palabra. Su entrenamiento era muy similar al del propio ejército y sus facultades, demostraron ser útiles, aunque en ocasiones se sintieran desbordados. Hay que tener en cuenta que en su mayor esplendor, Roma llegó a albergar un millón de almas. Para sus funciones policiales, poseían un armamento similar a las legiones además de lo anterior mencionado. Evidentemente, dependiendo del servicio que se iba a realizar, se elegía unas herramientas de trabajo y otras. No siempre portaban todo el equipo por las calles de Roma.


Al surgimiento de este importante cuerpo hay que sumar la creación de nuevas disposiciones y leyes para limitar el uso del agua de las fuentes públicas o cursos de agua naturales (y así tener recursos en caso de incendios), aumentar el mínimo de la anchura de las calles para dejar paso a vigiles y facilitar la evacuación, limitar el uso de la madera en la creación de nuevos edificios o evitar la superpoblación en las insulae (bloques de pisos). Estas medidas, aunque no siempre populares, fueron bien recibidas a medio y largo plazo. La preocupación ante este peligro real llevó a una serie de actuaciones sabias por parte de la mayoría de los césares. Aunque hubo excentricidades y errores, en general, resultó eficaz y se evitaron tragedias de mayor calado (sin contar con el gran incendio de Roma del verano del 64 d.C).


¿Se puede hablar de vigiles en alguna otra localización del Imperio fuera de la capital? La respuesta es que sí. Obviamente dependía del tamaño de la población y de que su gobierno local quisiera usar dinero de las arcas públicas para asegurarse un cuerpo así, pero otras ciudades importantes como Alejandría, Damasco, Éfeso, Atenas o Bizancio tendrían su propio cuerpo. En el caso de ciudades menores tenemos algunas referencias, pero como no podía ser de otro modo, son unidades más modestas y con menos funciones. Su profesionalidad iba en función de los fondos, el material suministrado y el entrenamiento recibido. En cualquier caso, eran totalmente necesarias y útiles aunque su número fuera bajo y tenían bastante buena consideración por parte de las poblaciones. Durante el Alto Imperio fueron cuerpos realmente importantes y en alza para mantener estables y seguras a la población y el comercio, evitando que se parase la inmensa maquinaria estatal. Con la llegada del Bajo Imperio y la crisis derivada de ella, estos cuerpos fueron angostándose hasta desaparecer excepto en las grandes urbes, donde pervivirían hasta la Alta Edad Media. Como curiosidad, todavía en Italia se les llaman los «vigili del fuoco».


Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


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