Sociedad judía en tiempos de Jesús

¿Qué sabes de la sociedad judía en tiempos de Jesús?


Aprovechando la llegada de la cuaresma, desde mi blog y mi página de Facebook habrá una serie de post sobre las tensas relaciones entre Roma y el pueblo hebreo, siendo éste el segundo de ellos. 


Es cierto que es un tema del que todo el mundo tiene retazos de información, pero es más compleja de lo que la gente cree. Para empezar, la sociedad judía está lejos de ser homogénea, más bien al contrario, había numerosas diferencias dentro de ella. Aparte del punto de visto económico, un punto de partida era dependiendo de la provincia donde procedieras: la gente de Judea despreciaba a los galileos (como Jesús y algunos de sus apóstoles) y a los samaritanos (que además tenían su propio centro religioso frente al templo de Jerusalén). Ni que decir tiene el desprecio que había por otros judíos como los de Perea o Cesarea.

Se tiende a pensar que el pueblo judío es mayoritariamente de la religión de Moisés, y es verdad, pero también habían paganos que odiaban profundamente a los monoteístas y del que Roma se nutría para crear unidades auxiliares. Esto explica la aversión y la tensión de las unidades auxiliares apostadas en ciertas zonas, ya que Roma empleaba medios locales para el control del territorio. Salvo periodos concretos, dentro de Israel no había legionarios estacionados de forma perentoria. Había un grupo en Cesarea marítima con el gobernador y en ciertas localizaciones con objetivos concretos, pero las tropas que realizaban labores policiales y de control eran mayoritariamente auxiliares.


Por otra parte, además de la desunión política y desprecio territorial, había numerosas sectas y facciones dentro de la sociedad judía. Por una parte estaban los fariseos, radicales religiosos y la facción más fuerte entre el pueblo. Muchos de ellos eran pertenecientes a la clase media o parte de la aristocracia con gran influencia en la sociedad. También lo eran los escribas o los ancianos, líderes espirituales en muchos casos y escuchados por todos.

Otra facción eran los saduceos, más laxos y ricos que los anteriores. Eran los únicos en la élite que solían colaborar con la autoridad de Roma y por eso muchos eran despreciados por su pueblo (aunque su poder económico hacía que esa superioridad moral no sirviese de nada y sólo fuese una fachada).

En otro lado están los famosos Esenios, una secta Galilea que iban armados solo de viaje y de la que algunos consideran que Jesús perteneció, tomando algunos de sus preceptos y forma de vida más ascética y contemplativa.

Ahora entramos dentro de los considerados «terroristas» o «libertadores» según el punto de vista: los zelotes y los sicarios. Los zelotes no dudaban en emplear la violencia, el secuestro o la extorsión para sus fines. Entre los partidarios de Jesús había al menos dos mencionados en los documentos aportados por ellos mismos.

Los sicarios, a su vez, consideraban a los zelotes blandos y atacaban incluso a los miembros de la sociedad que consideraban traidores. Los más radicales y agresivos. Tenían ese nombre por un tipo de espada corta y curva que usaban. Estas dos facciones lideraban las rebeliones a Roma pero eran mal vistas por fariseos y saduceos, que los condenaban o usaban según sus intereses (como el caso de Barrabás).

Por esto, Israel era un caldo de cultivo para la inestabilidad, donde el odio al pagano, al vecino, al publicano (cobrador de impuestos), al comerciante extranjero, a la prostituta y al leproso (por el puritanismo y radicalismo religioso), hacía que fuese una bomba de relojería. Si a esto unimos una soldadesca con poca tolerancia y odio engullido, en ocasiones con una disciplina muy baja, gobernantes débiles o incapaces y una dificultad de comprensión o medidas ineficaces por parte de Roma, se explican las numerosas rebeliones.

Si quieres saber estos detalles y mucho más, hazte con tu ejemplar de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


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