Sexto relato de «leyendas oscuras de otro tiempo»

El Recordatorio

Hay personas y situaciones que se escapan a toda razón humana. Por algún motivo, parece que han sido elegidos para que nada malo les pase. ¿Quién no conoce a alguien que se ha librado de un accidente de tráfico, laboral o de otra índole? La típica persona que parece tocada por una varita mágica. Quizás sea suerte, coincidencia o hay algo que realmente protege a estas personas. Hay que dar gracias siempre por ello. Nunca se sabe cuando la voluble fortuna te puede abandonar. De esta diatriba va nuestro escrito de hoy.


Nos trasladamos a la antigüedad, para ser más concretos a la República romana del siglo II a. C. Es la historia de Leto, un humilde pescador siciliano. Desde el fin de la IIª guerra púnica, los contactos entre la isla y la península itálica aumentaron exponencialmente. El jovencísimo barquero, vio una oportunidad empresarial de aumentar sus rentas ya de por sí bastante limitadas. A su labor de pescador, su barca serviría como trasbordador de personas por el estrecho de Mesina siempre por un precio razonable. No se engañen aunque la distancia no sea grande, no siempre es una travesía fácil.

Leto era emprendedor, y mejoró su embarcación cuando las ganancias llegaron a un mínimo razonable. Luego se hizo con una mayor embarcación tomando como socio a su queridísimo primo Sofos. El familiar, aún más joven, hoy diríamos que tenía una leve discapacidad y por eso Leto, le dio una oportunidad de ser más que un mulo de carga, ya que era muy trabajador. Ambos ganaron reputación por tener un precio justo y casi fijo, ser fiables en su trabajo y amables con la clientela. Sin embargo, la competencia más activa no veía con buenos ojos el trabajo de los primos calumniando entre las poblaciones de ambos lados del mar con historias falsas de sortilegios, estafas y ultrajes a las mujeres. Los dos muchachos nunca dignificaron a las falsas acusaciones con una respuesta y siguieron trabajando a lo suyo. Gota a gota, la mala prensa provocó que el flujo de clientes menguara, aunque nunca les preocupó entre otras cosas porque vivían con austeridad. Los jóvenes rezaban mucho, ya que eran muy devotos y no se dejaron llevar por el desánimo. Eran jóvenes, trabajadores y alegres. Todo llegaría. Además, tampoco tenían grandes pretensiones, más allá de formar una familia y vivir en paz. Esa sencillez irritaba aún más a la competencia.

Entonces comenzaron a sucederse las circunstancias que crearon el caldo de cultivo que gestó la leyenda. Lo que cambió todo y llevó a un trágico suceso. Un tal Vetio, el que más naves poseía y que más se vio afectado por Sofos y Leto, al abrigo de la noche, acudió al embarcadero de dos muchachos y rasgó el velamen de su embarcación. Así lograría impedirles trabajar durante unos días. No obstante, y sin explicación posible, la nave de los primos fue incluso más rápida que otras embarcaciones más ligeras o con más remeros. La primera piedra en el camino.

Como la difamación y las velas no sirvieron, los clientes comenzaron a requerir más de ellos en detrimento de la competencia. Esto los enfureció aún más. Hablaron con el Pretor para ponerle alguna clase de tarifa extra, ya que los consideraron «competencia desleal», infructuosamente. También los acusaron de enriquecerse pasando esclavos cimarrones a la península itálica, lo que era falso o al menos no lo hicieron conscientemente. Rápidamente se desestimó la causa para su enojo.

Para empeorar la situación, a finales del verano hubo una gran tormenta que hundió una nave al hacerla chocar contra los escollos cercanos a la costa. Nadie acudió al rescate, era una locura y no sacarían nada de provecho. Sin embargo, los primos Sofos y Leto tomaron su barca para rescatarlos en medio del temporal. Consiguieron rescatar a casi cuarenta supervivientes en dos viajes de ida y vuelta. Su reputación se restauró y corrió como la pólvora en la región que estaban bendecidos por los mismos dioses.

Fue la gota que colmó el vaso. Diez días después, Vetio y sus secuaces acudieron al hogar de Leto, a pocos pasos de la playa. La noche anterior también hubo lluvias torrenciales y lo utilizarían en su favor. La turba tomó a los dos primos y por la fuerza los sumergieron en el agua para fingir un ahogamiento. Una vez que dejaron de patalear, destrozaron la embarcación y la dejaron en la playa. Así nadie podría acusarlos. Pero nadie escapa a la atenta mirada de los dioses.

Queridos por Tritón y Neptuno, se personaron allí irritados y advirtiendo que el paso de Mesina, a partir de ese momento, estaría maldito para ellos y las futuras generaciones por tal ultraje. Desde entonces, dos criaturas acechan a los navegantes. Según cuentan, por un lado, hay una especie de perro marino que subido a una roca junto a unos escollos ocultos, atrae a los incautos que, usando cantos, voces humanas de gritando ayuda y otras estratagemas, hacen a las embarcaciones chocar para que se hundan. Así, los supervivientes se ahogan o son devoradas lentamente por este animal. La segunda criatura es igual o peor, ya que se trata de una especie de tritón que provoca remolinos en el mar para engullir todo barco que se atreva a pasar por la zona. El destino de los tripulantes es un misterio, pero nada bueno seguro. Esa parte del Mediterráneo quedó mancillada para siempre. Si alguno tiene la ocasión de pasar por allí por mar, que honre la figura de los primos Leto y Sofos, un pensamiento o una oración, y quizás así tendrá más posibilidades de salvar la vida.



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