Termas y baños en la Roma Imperial

 ¿Qué sabes sobre las termas y los baños en la Roma Imperial?

Hay mucho de mito y realidad y hoy vamos a aclarar ciertos aspectos.

Las termas son unas instalaciones acondicionadas con piscinas de agua fría (frigidarium), caliente (caldarium) y templada (tepidarium). Solían incluir puestos de venta de comida y bebida (tabernae), gimnasio (palestra), vestuario (apodyterium) y una estancia para baños de vapor (laconicum). Las había públicas y privadas (de pago), pudiendo haber varias en una misma urbe y su tamaño, obviamente variaba. No necesariamente tenía que ser una ciudad importante, hay casos con asentamientos de 5.000 habitantes o quizás menos. Su función social la hacía más necesaria que un teatro, por poner un ejemplo. En ocasiones, conviven más de una en una misma ciudad, pudiendo verse algunas en barrios más ricos para un público más selecto. Solía haber un horario distinto para hombres y mujeres, evitando posibles "situaciones desagradables".

Sin embargo, este edificio tiene mucho más que ahondar. Para empezar, la epigrafía, correspondencia y hallazgos arqueológicos, además de fuentes literarias, nos han remarcado que no siempre era un lugar tan higiénico como podríamos suponer. Hay documentación en la que consumidores se quejan amargamente de la gente hacía sus necesidades dentro de la misma, o que no se cambiaba el agua regularmente, siendo un foco de infección. A veces no sólo era desagradable a la vista y al tacto, también al olfato. Evidentemente, en las  termas privadas se daba menos al no depender del gobierno local. En ocasiones es el propio gestor del lugar quien pide el saneamiento del sitio. Además de esto, era un lugar para relajarse con un masaje o realizar encuentros informales. Esto incluía negocios, préstamos de influencias, o encuentros sexuales: se han encontrado mensajes escritos y referencias documentales del uso habitual de la prostitución (o de encuentro con amantes de ambos sexos). Hay incluso gentes que vivían cerca que se quejaban amargamente del ruido de su interior: voces de vendedores ambulantes anunciando sus productos, el ruido propio de las tabernae con la gente consumiendo bebida o comida, clientes gritando por el dolor de los masajes recibidos, músicos practicando instrumentos en su interior, ... La pesadilla de quien busca tranquilidad en la Antigüedad. Las termas son mucho más que un lugar donde bañarse.

En cuanto a los baños, son otra estructura fundamental para la higiene de las ciudades. Rara vez un hogar tenía su propio baño (aunque hay siempre algún caso en una domus importante). Siempre se usaba un bacín o ese podía aliviar uno en una calle secundaria (itinera). Pero muchos sabían la ventaja higiénica de usar dichos baños. Solían ser baños corridos donde la gente se sentaba a hacer sus necesidades (igualmente público o de pago), utilizando una esponja con un palo que se limpiaba con una pequeña acanaladura en el suelo con agua continua. Se cree que aquí, el uso era indistinto para hombres y mujeres. En un principio, la cloaca estaba a cielo abierto desprendiendo un olor inimaginable. Sobretodo en verano con el calor. No obstante, se acabaron abovedando no sólo por lo desagradable, si no para evitar las enfermedades producidas por los efluvios, el contacto y los insectos u otros animales que se congregaban. Una curiosidad es que hay constancia que dichas cloacas solían desembocar en ríos u otras fuentes de agua, siendo un lugar buscado por los pescadores para hacerse con grandes ejemplares para venderlos al peso.

Estas curiosidades y muchas más, las encontrarás en mis novelas «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».


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