Burocracia romana

¿Es verdad o es un mito la eficiencia de la burocracia y la administración romana?

Ciertamente hay diversas visiones sobre este tema y teniendo en cuenta lo vasto del imperio romano, habría tenido resultados desiguales según la región, el momento y los responsables. Hay visiones positivas y negativas, aunque en general hay consenso entre los historiadores sobre una gestión eficaz y próspera.

Los gobernadores (pretores, proconsules o legados según la zona y el momento histórico) se solían rodear de un personal para llevar a cabo dichas funciones. Muchas veces eran nobles jóvenes que buscaban adquirir experiencia y esclavos personales habituados a la burocracia. No obstante, también solía haber, de forma más acuciada en el Imperio, un personal adicional más específico y preparado, amén de un interés más marcado en el funcionamiento de las provincias en el Alto Imperio que en época republicana, que sólo se deseaba la exploración de los recursos. Sea como fuere, parece ser que se trataban de gente medianamente eficiente. La prueba está en que la población local acudía a Roma para solucionar pleitos, realizar demandas y buscar justicia. ¿Cómo sabemos esto? Por la epigrafía y los documentos encontrados por todo el Mediterráneo. También fuentes como Plinio el joven. Entre todas las regiones, destaca Egipto, donde se ha encontrado la mayor cantidad de tablillas y papiros sobre estos casos menores. Si el demandante no sabía escribir, algo común, acudían a algún pariente o persona cercana con los conocimientos (con frecuencia mencionado en el propio documento), esperando la resolución. Aunque en muchos casos, no poseemos la réplica o tenemos la réplica, pero no la demanda.
Hay que añadir que los gobernadores dejaban que la ley consuetudinaria y las leyes locales se utilizaran con frecuencia para llevar a cabo sus cuitas habituales, utilizando la ley romana en caso de duda, cuando no se podía aplicar o no gustaba el resultado. Sin embargo, las fuentes nos indican que progresivamente se fue acudiendo más y más a Roma a medida que su poder crecía y se romanizaba la población. Había confianza y recelo, como hoy en día. En las zonas más periféricas, menos desarrolladas o con un carácter particular (los judíos por ejemplo), es obvio que la intromisión es menor. Así pues, en el Alto Imperio, aumentan exponencialmente los funcionarios imperiales (ya sean equites o libertos) y funcionarios menores para ayudar a la máquina burocrática del estado. ¿Funcionaba bien? Según el punto de vista y con qué lo comparamos. En general, y para los medios de la época, parece ser que era la mejor de la antigüedad y probablemente de los mejores hasta hace unos cientos de años, sin negar sus errores y carencias según el interés de la metrópoli y las personas a disposición. También el control y apoyo en capitales y centros urbanos era mayor que en áreas rurales.

Especial mención requiere los publicanos, los recaudadores de impuestos que tan mala reputación tenían. ¿A qué se debe? A que adelantaban a las arcas imperiales el dinero de la recaudación que se estimaba, para luego cobrar el canon con un interés. Obviamente, había numerosos casos de abusos, grandes abusos, convirtiéndose en una figura odiada y repudiada socialmente. Sin embargo, a fines del siglo I, y sobretodo en el siglo II, esta figura fue desapareciendo en post del funcionario imperial, extorsionando teóricamente menos a la población.

Una posible prueba sobre la eficiencia romana, sería la propia administración del ejército, moviendo miles de hombres de un rincón a otro, alimentandolos y dándoles de comer a diario. Como es natural, eso requería un esfuerzo titánico. Estamos hablando de una población militar de entre 150.000 a 500.000 soldados en el Imperio, aproximadamente. Igualmente, la movilidad de recursos para la construcción de edificios religiosos y civiles, la creación de calzadas y otras obras civiles y de ingeniería, también ayudan a entender el sólido funcionamiento y una buena gestión de los recursos y ciertas necesidades. Aunque tampoco podemos negar la corrupción del sistema, la negligencia y nepotismo de los cargos en ocasiones, los sobornos, y de lo heterogéneo de la aplicación de dichas medidas, sabiendo el resultado final, pero rara vez su proceso.

Ejemplos prácticos de esto y mucho más, podrás encontrarlo en mis novelas «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum».

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