Roma y el sexo

¿Qué hay de mito y realidad sobre la sexualidad en la Roma Alto Imperial?

Han pasado dos mil años y todavía es un tema recurrente. En algunos casos se ha idealizado, en otras se ha pervertido y sólo algunos se acercan a la realidad. Roma es una cultura muy humana, llena de dualidades y contradicciones. Se podía ver actos altruistas y de piedad hacia otras personas, con otros viles y sanguinarios. Podían ser liberales o tremendamente conservadores o protectivos. Depende de las circunstancias y el pudor. No hay que olvidar la importancia de la imagen de «decencia» que se debe transmitir hacia los demás. Algo inherente en el ser humano y más marcado en las culturas más urbanas y con una vida social más activa. Una prueba de ello, es el famoso caso de César defendiendo a su primera esposa de las acusaciones de adulterio hasta el final del proceso contra ella. Una vez demostrada su inocencia, él se divorció alegando la sentencia que nos ha llegado para la posteridad: "La mujer de César no debe ser sólo fiel, también debe parecerlo".

Entonces, ¿mojigatos o pervertidos? La respuesta es ambas cosas dependiendo de las situaciones. Es verdad que en el Imperio hay más tolerancia y apertura en la sexualidad que en la época Republicana, más conservadora y anquilosada a las tradiciones. No obstante, los escándalos podían acabar con la carrera de un senador o la reputación de un mercader, campesino o tendero. El matrimonio para todas las clases sociales era algo serio y que implicaba obligaciones, aunque en las clases altas no siempre surgía el amor ya que era por conveniencia. Si no funcionaba, se disolvía, pero adulterio no estaba bien considerado. Y como siempre, en el caso de las mujeres, aún menos.

La prostitución era relativamente bien vista porque evitaba las perversiones de los maridos y ahogaba las ansias que hastiaban a sus esposas. Obviamente, esto era más dado en ambientes fatuos y ricos que en la clase baja, pero había prostitución de todas las clases y para todos los bolsillos.  Desde cortesanas que recibían un trato privilegiado por sus depuradas artes (incluyendo danza, recitar poemas o tocar instrumentos), hasta prostitutas de la más baja estofa. En las termas, se han encontrado «anuncios» de prostitutas ofreciendo sus servicios o consejos de clientes para buscar alguien en concreto. Recordemos que solía haber turnos para hombres y otros para mujeres. Otro apunte es que muchas mujeres casadas o libres, solían tener pequeños «actos de prostitución» puntuales a cambio de favores o regalos. Muchas veces eran por iniciativa propia, otras veces eran obligadas. Se trataba, al fin y al cabo, de un intercambio para conseguir un dinero extra o algún producto para la familia. A veces era un ofrecimiento formal y aprovechaban la ocasión, en otras se debía a una necesidad inmediata. Se veía como algo normalizado y no estaba mal considerado si todas las partes estaban de acuerdo.

Es cierto que la oferta de prostitución era variada: hombres, mujeres, adolescentes e incluso algo más jóvenes. Los casos de hermafroditas o eunucos eran más raros. El sexo con animales, un castigo, no un placer. La vida de estas personas, casi todos esclavos, no era la mejor. Aunque había una gran cantidad y variedad de categorías, con especializaciones según el lugar de la práctica, usos, costumbres y para quién se trabajaba. En cualquier caso, era una vida dura y penosa en general por las vejaciones, el maltrato y la poca seguridad o perspectivas de futuro. El miedo a las enfermedades venéreas no estaba presente ya que, las más peligrosas y conocidas no existían en el Imperio: el SIDA es del Siglo XX, la gonorrea y la sífilis provienen de América. El papiloma existía pero no era conocido y estas junto otras enfermedades menores se descubrirían más adelante. Esta fue una preocupación en Europa a partir de la Edad Moderna.

Se consideraba que en la élite, un hombre debía tener en su educación sexual completa, con un encuentro con ambos géneros. No obstante, no es una norma. Igualmente, para los romanos la homosexualidad no es cuestión de gustos, si no de clase: un hombre libre que tiene relaciones con un esclavo hombre, no es homosexualidad y no está mal visto (en teoría, el hombre libre es dominante y por tanto, el activo). Sin embargo, entre hombres de la misma clase social, por ejemplo patricios, está mal visto ya que uno debe ser pasivo y se rebaja a ser sumiso. Por ejemplo, en el ejército romano, las relaciones entre los soldados no sólo estaba mal vista, estaban prohibidas y penadas ya que podían incitar a provocar abusos si eran rechazados o privilegios entre los amantes. Especialmente si eran un oficial y un subalterno.

¿Qué hay de la mujer? Si bien la mujer en la Roma Imperial tuvo una relativa independencia con respecto a otras culturas desarrolladas, salvo excepciones que he mencionado en otros artículos,  la norma era que estaba bajo la tutela del pater familias. El comportamiento sexual no era distinto. La homosexualidad femenina no sólo estaba mal vista, se parangonaba algo tan pernicioso y deleznable como el incesto o el sexo con infantes. Sin embargo, en mujeres de alta alcurnia podía darse el caso de tener amantes discretamente o incluso reconocidos. No obstante, debía tener el permiso o la pasividad del marido y, por supuesto, llevarlo con cierta discreción.

Estas curiosidades y mucho más lo encontrarás en mi saga de libros de «Gladius et Peplum. El baluarte fronterizo» y «La conspiración de los vanidosos. Gladius et Peplum». Hazte con tu ejemplar para viajar dentro y fuera del Imperio, descubriendo un mundo mágico y lleno de sorpresas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Canon de belleza en Roma

Carreras de cuadrigas en el Imperio romano

Salud y sexo en la antigua Roma